lunes, 30 de noviembre de 2009

Mediero: "El teatro, teatralizado"




Afirma Manolo Martínez Mediero (3-M, que dirían los modernos), que el problema del teatro es que se está teatralizando. A una convocatoria del Ateneo de Badajoz Manolo acude la última noche del feo mes de noviembre dispuesto a hablar de su teatro. Nos reunimos en torno a él ocho personas (no eran ocho hombres sin piedad, que había una dama también) y hay un diálogo fluido, plagado de las anécdotas con las que Manolo salpica su siempre amena y en ocasiones disparatada -dentro de un orden- conversación. A Manolo (a quien le ha dado últimamente por cantar zarzuela con Luis Ángel Ruiz de Gopegui y Emilia) las palabras le salen a borbotones. Y así, se queda tan pancho cuando dice que “a mi me gusta poner en mis textos algunas faltas de ortografía. Eso hace que me digan, oiga, aquí ha puesto usted una falta. Y yo les digo: no, una falta no; he puesto más”. Dice Manolo que con esto de los ordenadores y el teatro “lo difícil es corregir los textos”. Para él eso de la corrección es una obsesión y se rebela contra Goytisolo cuando éste dice que escribe únicamente a mano y no se ha hecho a las nuevas tecnologías, aunque “lo malo es que el ordenador te dice hasta dónde debes poner los acentos”.

A Mediero no le costó hacerse a las nuevas tecnologías. Se compró un ordenador y le animó a manejarlo hábilmente Jorge Márquez, de quien dice es un fenómeno con el ordenador (por cierto, ¿dónde está Jorge Márquez, qué hace, qué escribe ahora?). Dice Mediero que pese a todo sigue ejercitando la imaginación. “Me sé cientos de números de teléfono. Hace días me llamó un amigo para pedirme el teléfono del pediatra y se lo dije sin esfuerzo alguno, de memoria, porque lo tengo en mi cabeza y no se me olvidan”. Lo que, bien mirado, no deja de ser una ayuda para quienes vamos sintiendo cómo el tío Alzheimer nos acecha de vez en cuando, sin necesidad de que sea a la vuelta de la esquina, sólo basta con que intentemos abrir la puerta del federico (digo, del frigorífico).

Manolo confiesa sin embargo que le gusta escribir a mano y que tiene siempre cerca libretas con papel del bueno, no como Antonio Gala que lleva libretas baratas de papel de estraza. “Me gusta escribir diálogos y así lo hago desde que estaba en Barcelona, que llevaba siempre conmigo una libreta chiquinina en la que escribía sobre todo diálogos”. Amante de las acotaciones a la hora de escribir teatro, piensa que son fundamentales porque reflejan el clima que el autor quiere transmitir en su obra, como Valle Inclán. Y recuerda, entre emocionado y desconfiado (a él le gusta de siempre Badajoz, a la que definió como “una ciudad alegre y desconfiada”) los avatares y placeres de sus estrenos y de la parafernalia que se montó en torno a ello, incluidas las bombas -ya no es tal la parafernalia- de humo que se arrojaron en un teatro madrileño en el que daban sus últimos coletazos las “Hermanas de Buffalo Bill”, con Berta Riaza, Tina Sainz y Germán Cobos, a las que los ultras e intransigentes querían llevar al paredón (Fraga quiso ponerle protección a él, no a los actores).

Este es el Mediero del 2009, que evoca ilusionado a Luciano Samosata, a Benavente (de quien recomienda se lean sus 'Cartas de mujeres'), que recuerda a Brecht, que critica a Boadella (“copiaba de todo el mundo y a mi me ha copiado todo lo que ha querido”), que despotrica contra Haro Tecglen quien no soportaba la obra del extremeño, que afirma sin rencor que “el teatro ahora no es ni carne ni pescado, está esperando la subvención”.


Ya me voy del Ateneo, con permiso de los presentes, cuando se me están haciendo las del alba y se sigue hablando de la obra de teatro de Manolo dedicada al nicho inteligente y del reciente homenaje a los directivos de la Caja de Ahorros de Badajoz últimamente jubilados, homenaje al que, ¡sorpresas te da la vida!, acudió hasta Rodríguez Ibarra (al que había zarandeado dialécticamente el anterior director general, el gallego para entendernos,) pero al que asistieron pocos empleados de la noble entidad que están a lo suyo y no a aflojar los 50 pavos que costaba la broma. Lo dicho, que según 3-M el teatro está cada vez más teatralizado.

martes, 24 de noviembre de 2009

Pies durmiendo, al fin





A ciertas edades, los pies son más que sólo las manos. Quizá no sirven para desenmarañar, para enredar, para tejer o destejer, para abrazar. Pero son más fieles que las manos, son más ayudantes de nuestro cuerpo, son mejores aliados para desplazarse. Porque sí, muchos seres vivos se valen sólo de las manos para moverse, como el macaco, pero los pies nos son imprescindibles si queremos avanzar de un sitio a otro, de la casa a la calle, de la cama al pasillo, de la carretera al camino... Por eso nuestros pies cansados son un tormento, especialmente cuando ya tenemos pocas ganas de trotar y mucha necesidad de movernos de sitio, de desplazarnos en busca de un nuevo rincón, tras un asiento, buscando la sombra que nos cobije. Pies cansados de patear, pies acostumbrados a subidas y bajadas, a escaladas, a descensos simples o vertiginosos, pies que conducen nuestro caminar y nuestro pasear, el correr o el frenar, pies que detienen nuestra marcha ilusionada, que impiden a veces nuestro anhelado paseo, pies que en suma nos traen y nos llevan recordándonos nuestra fragilidad, nuestra dependencia de algo tan sencillo como esos diez pares de dedos ahí pegados, ayudando a la vida diaria del caminante.
Estos de la foto son pies de mujeres que han hecho un alto en el camino, pies que han andado cientos y miles de kilómetros no en competición, sino en la lucha diaria de la vida. En la cocina, en el pasillo, en la casa, en la calle, en los caminos. Pies fatigados de mujeres que han conocido tal vez poco descanso, pies hechos a la brega diaria, pies que casi nunca han gozado de un buen calzado, pies que han sufrido como nadie fríos y calores, pies que han soportado pesos desmesurados para su capacidad, pies que han emprendido rutas odiosas muchas veces, agradables también. Son pies hechos a la lucha, al sufrimiento, pies que han llevado a una feria y han encontrado un hueco para el merecido descanso, pies que oyen el lastimero quejío de las mujeres doloridas, pies que han pateado lo suyo por vivir y que ahora, al abrigo de una sombra, viven felices su recuperación, su descanso. Pies que ahora, por fin, duermen.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Ricardo, ¿qué mundo te está esperando?





Acabas de nacer, Ricardo, y ya te está dando problemas tu abuelo. Haciéndote preguntas como que qué mundo te hemos preparado, qué mundo te está esperando. Rubén y Jara, tus hermanos expectantes, tus hermanos ilusionados, tus hermanos dueños de un futuro generoso y amplio, están dándose cuenta ya del mundo que les aguarda. Cuando esta mañana no querían montarse en el autobús para ir al colegio; cuando la pasada noche los dos durmieron bajo la amenaza de una tos repetida; cuando Rubén pide miel porque sabe que le alivia, que se lo ha inculcado su padre; cuando Jara, mocosina, dice “no pasa nada, abuelita. No pasa nada”... es, en su mundo, su gran problema, su único problema ahora. Pero afuera les está esperando, como a tí, Ricardo, otro mundo al que los tres vais a enfrentaros con aplomo, con fe. Es el mundo que os hemos preparado. El mundo de lo nuclear, de las refinerías, de las guerras, de los rencores, del cambio climático, del hambre, un mundo que no nos gusta nada tampoco a nosotros, los que lo hemos hecho.

Pero también es, y sobre todo, el mundo de las mariposas, de las flores, de los pajarillos, de los globos de colores, de los payasos, de las risas, de las fuentes, de la lluvia alegre, de las olas, del viento suave, del tiovivo, de los fuegos artificiales, de las hadas y de los cuentos de fábula, de las pompas de jabón, del agua tibia en la ducha, del cariño de la mamá melosa que os acompaña en los días de fiesta y cuando caéis al suelo sufriendo algún daño, el mundo de los dibujos animados, de otros niños, el mundo de la ilusión del sueño imaginada cuando estais a punto de cerrar los ojos por un rato, del teatro en el colegio, de la fiesta de fin de curso, de la alegría de soplar las velas en el cumpleaños... El mundo de la aurora boreal y de las tormentas y de la luna llena y de la rosa de los vientos y del arco iris que veréis desde el patio de vuestra casa, del mugido de una vaca que se encontró una flor, el mundo de una flauta dulce sonando, de un platero triscando en el campo, de miles de margaritas abiertas para ese y otros plateros, de cualquier cabalgata de Reyes Magos con o sin camellos, qué sé yo, cualquier mundo que los mayores seamos capaces de imaginar para vosotros, un mundo por ejemplo de cientos de grullas volando en manada, de caminos y veredas plenos de amapolas, de miles de ovejas balando, de ranas croando en una charca escapando de vuestras piedras, de cisnes bordeando cualquier lago, de racimos de uva colgando apetitosos, de hibiscos que pinta tita Paz para vosotros o de la orquídea Vanda Miss Joaquin que ha descubierto en Singapur, de libros que contienen millones de palabras y que almacena con mimo tita Esther, de Iron Maiden que escuchan mamá y papá esperando que os gusten, de gorros y de baños y duchas suaves que os da abuelita, como cariños contra la fiebre o el dolor que ponemos en vuestras manos todos nosotros. Ese, ese queremos, Ricardo, que sea el mundo que te hemos preparado a ti, a Rubén, a Jara... El mundo que te está esperando, que os está esperando, frágiles niños, ilusionados niños, campeones de nuestros corazones, amos de nuestras ilusiones todas, razón última de la vidas de quienes os vemos ya de lejos, escapar, corriendo, volando, buscando nubes y cielo y aire que nosotros queremos daros y poner en vuestras alas, hoy todavía frágiles, todavía tiernas, pero siempre tan nuestras.