viernes, 17 de junio de 2011

Badajoz, la feria que somos







El polígono San Fernando, donde hoy está el Hotel Lisboa, fue al menos un año el lugar de ubicación del ferial de San Juan. Después, el Polígono La Paz. Y, siempre, el Guadiana muy cerca de todo el festejo que cada año llega por Junio. (Fotos M. LÓPEZ)

Es junio de un año más. Badajoz se viste de guapa, con sus calles más limpias que nunca. Cientos, miles de golondrinas, arden en veloces vuelos desde la Alcazaba a la catedral, del Puente Real hasta el Cerro Gordo, desentendiéndose de los vientos que las frenan, ignorando el siseo de los palmerales que tan extrañamente han crecido en Badajoz como si esta fuera una ciudad costera. Es junio y las muchachas desafían alegremente los calores que se empiezan a sentir, los mocitos de la estrenada pubertad se engallan el pelo, los abuelos se echan al hombro las chaquetillas primaverales, que bajaron del armario con los primeros calores que presagiaban el tránsito violento siempre en esta ciudad del invierno al verano, ignorando la primavera.

Es verano casi ya, con esta feria que nos trae el recuerdo de otros festejos, de otros años.

En el hoy plácido río Guadiana no se viven ya las escenas de la playa que generosa acogía a los bañistas, aquellos años en que el olor de las sardinas acariciaba a las parejas que se escondían entre los juncos de una más poblada orilla que esta de ahora, huérfana de vegetación. Ya no están las barcazas ni hay fútbol en las orillas ni se oye en la noche el croar monótono de las ranas, las que habían conseguido escapar la persecución implacable a las que las sometían los 'machas' de San Roque o los vecinos de Las Moreras o La Cañá, que ansiaban aumentar su caza y asarlas al atardecer en cualquier lumbre encendida en los patios de las destartaladas casas.

Es junio y los tiempos ya no se parecen a los que los nostálgicos quisiéramos tener siempre a mano. Había una feria que yo recuerdo con satisfacción especial, la del año aquel en que no sé por qué razones los cacharritos, el Teatro Chino de Manolita Chen y las tombolitas variadas fueron a parar a San Fernando. No existía aún el Hotel Lisboa, aquello era un purito descampado y ya estaba descascarada la avenida en la que por supuesto tampoco estaba el Casino ni el Hotel casino. Sólo en los huesos estaba el Hotel Río de aquellos años. Se podía bajar a la playa del Guadiana por varios sitios, Las Moreras ya era la imagen directa de la marginación y el refugio de gentes que se habían de ganar la vida con el contrabando hasta Portugal (a cuántas familias dieron vida el café y el tabaco, a cuántas otras llevaron a la perdición los inicios de la droga que estaba empezando a colarse entre nosotros), estaba aún intacto el Camino Viejo de San Vicente, se mantenía en pie el letrero de la calle Las Lavanderas, todo hasta el Seminario era una inmensa pista de prácticas de conducir, sólo había unos atisbos de lo que podría ser el embrión del Polígono El Nevero, con algunos viales a punto de ser asfaltados y que en los atardeceres acogían a las parejas amorosas que disponían de vehículo para esconder amores furtivos o ligues pasajeros en un “picadero” que mereció las iras de los canónigos y la catedral en pleno y el escarmiento propiciado tras algún hecho sonado como la muerte sobrevenida a un ciudadano que se supone se solazaba en su vehículo con alguna prójima muy próxima.

Putas, panaderos...

Eran los tiempos en que las cuatro P eran protagonistas de las profesiones de quienes hacían de la noche su modo de vida en este Badajoz alegre y desconfiado que preconiza Manolo Martínez Mediero. Putas (con perdón), panaderos, policías y periodistas se repartían el protagonismo de la noche, seguidos a salto de matas por taxistas, basureros, camareros de todas las pintas, sanitarios y cuantos, en fin, habían de acogerse a la oscuridad para ejercer su profesión que las más de las veces contenía elementos sólo vinculados al divertimento o el esparcimiento de los demás. Los panaderos eran reyes y héroes, porque entraban a trabajar más o menos cuando se cerraban los bares y los tugurios y si tenían algún negocio entre manos habían de dejarlo para ir a poner las manos en la masa, que de eso es de lo que vivían y no de lo otro. ¡Ah! Y la jodida vida de las mujeres de vida fácil (“¿fácil?, te contestaban. ¡Tu puta madre! ¿Tu crees que es fácil tener que soportar a un panadero portugués borracho a las cinco de la madrugada, puesta de rodillas delante de él, después no haberte comido un rosco en toda la noche y que ahora venga este vaina y te obligue a beberte un bagazzo y quiera pagarte con un saco lleno de papu-secos duros” ). Estas mujeres se dedicaban a enderezar y levantar los ánimos de los decaidos clientes que a horas intempestivas trataban de olvidarse que después de unas vueltas en la noria, varios vasos de cerveza caliente y vino de El Maño, una ración de pollo asado o unos churros con un chocolate que sabía a rayos, habían de emprender el camino de vuelta a casa, hediendo a sudores propios y ajenos, y enfrentarse a la dura realidad, la de la paciente parienta que no tenía el valor de cortar por lo sano y echar al mujeriego y borrachuzo fuera de casa dejándole en la calle con un ahí te pudras.

Las pobres prostitutas, con su bolso de charol, los labios pintados, el pelo largo y lacio, zapatos de increíbles tacones, las miradas cansadas. El recinto de las casetas era su último refugio en las noches calurosas del verano. Un cliente con coche que las llevase al polígono El Nevero, darse una vuelta por Mervic o la gasolinera de Pipo's, cuando no emprender el camino hasta el Tabarín de Mérida...

Policías y periodistas

Siguiendo pistas, como distraídos cuando había que hacer la vista gorda, los policías cubrían su último servicio del día, en franca discordia con los municipales, porque no eran tiempos de buenas maneras entre las fuerzas del orden y seguridad. Se llegaban hasta el bar de la gasolinera de la carretera de Sevilla antes de que lo cogiera El Chupi, o al puticlub de la calle Canarias o al bar Méndez donde los recién salidos del trabajo en el HOY se jugaban las perras a los boletos y comían mollejas o cangrejos que había pescado Juanito Pereira Jaramugo o Manuel Ledo o Manolo Macarro, que enseñaban a los periodistas de la última hornada a pelar los cangrejos sin ponerse las manos hechas un asco y sin mancharse mucho las camisas desabrochadas por el calor de la madrugada, que desprendía la cafetera aunque apagada.

De allí, de aquellos años de vinos en la madrugada de un Badajoz que empezaba a alumbrar un nuevo día, el personal se iba en bandada al Venero, a tomar café con migas, aunque fuese un junio caluroso.

Una noche se unió al grupo lo más granado de la crítica taurina y después de haber estado en casa del rejoneador Gregorio Moreno Pidal, el crítico Vicente Zabala (era por 1972 o 1973) animó el cotarro con una provechosa discusión en la que impuso su ley ante los periodistas locales. Quizás estaría allí el también recordado Antonio Macho y entre la canallesca varios de los periodistas guerrilleros de entonces.

Casetas de la Prensa

Con el entusiasmo de esos periodistas la Asociación de la Prensa de Badajoz montó casetas para animar el cotarro. Una de las primeras fue en el Polígono La Paz, cerca de donde ahora, tras sucesivos cambios de organismos ocupantes, está la sede de la dirección provincial del INEM, que en distintas épocas acogió una discoteca, un supermercado y algunas estancias más. En aquella caseta actuarían Los Etéreos, de Los Santos de Maimona, que se quedaron maravillados al ver cómo con sus instrumentos entonaban una de sus canciones los componentes del grupo Mocedades, que se acercaron como invitados a la fiesta, igual que Ana Belén y Víctor Manuel, pocos meses después del 'tejerazo', en aquel fatídico 23 de febrero de 1981, hace ahora la friolera de 30 años y pico.

Después, las casetas de la Asociación de la la Prensa pasaron sucesivamente por Los Montitos, con la genial actuación de Pedro Ruiz y por el Tiro de Pichón de la carretera de Portugal, antes de ser reconvertido al 'Dardy's'. Alli fueron memorables las intervenciones de Lone Star y Los Mustang, con el broche de oro del Dúo Dinámico.

En todos los casos, el rio Guadiana fue testigo silencioso de las ganas de folklore y jolgorio, que estos días espero se repita otra vez.


(Publicado en la Revista oficial de Ferias del Excmo. Ayuntamiento de Badajoz, 2011)

viernes, 10 de junio de 2011

Edredones, mantas, alfombras...







En las imágenes, varios inolvidables momentos de algunos de los relojes que aquí se citan. El de la fuente de la rotonda de los 80 millones sin números; el de Carrefour con cero grados, ni frío ni calor; el ya arreglado de Juan Pereda Pila cruce con la carretera de Valverde marcando ya su hora o el del final de Sinforiano Madroñero antes del Puente Real, que está bien y lo da todo, que para eso está donde está. (Fotos: M. LÓPEZ)


Cuando el viajero llega a Badajoz, procedente de las batallas (de La Albuera o de Barcarrota, es la misma ruta) con una de las primeras cosas que se tropieza, tras subir la cuesta de El Chinchorro, es con un reloj digital que da fecha, temperatura y hora tras varios carteles de 'vendo oro'. ¿Tengo yo el reloj en hora de Portugal?, se preguntaba el viajero antes del pasado día 6, al ver que siendo las 10 de la mañana el reloj ya marcaba las 11.30 pasadas.
Pero el muy cuco del alcalde ha dado un pescozón a su concejal de las alfombras y ya se ha arreglado una de las tonterías de Badajoz. Le falta ahora atacar el reloj de la rotonda de Isabel de Portugal, al que según se mira desde el Cerro del Viento le fallan todos los números. El reloj de la rotonda del Carrefour de la carretera de Valverde lleva años atascado, no da temperatura, allí hay cero grados y eso está así desde que Antonio Ávila era ya concejal de estas cosas y andaba con las escobas, que se hizo un lío con ellas y hasta que llegó FCC esto no era una ciudad sino una suciedad.
Sin embargo ahí está Ávila, concejal desde 1999, doce años en el puesto, con sus trienios, y sigue, y sigue, para que luego digan de los Hermanos Fuentes... (Lo de la batalla de Barcarrota no se refiere a la riña con los de Jerez por Hernando de Soto, es por el sillón de mando municipal y la lucha no es a muerte sino entre PP, PSOE, IU como en Olivenza; lo de La Albuera sólo tiene que ver con la encarnizada batalla de mayo de 1811). Pero con concejal de alfombras o sin él, hay que recoger de la tintorería los edredones y ahora sin lluvia es tiempo de solear los cobertores. Así que toca esperar a ver si mañana el alcalde designa un concejal que ponga en hora y temperatura todos los relojes y ordene el tránsito ordenado de alfombras, edredones y cobertores. A vé...

(Publicado en la edición impresa de HOY el 10 de junio de 2011. Las reclamaciones, al maestro armero).