jueves, 5 de enero de 2012

Las naranjas de aquellos Reyes y mi mandarina





(Por estas esquinas de Salvaleón, cerca de la calle El Medio, cabalgaban mis Reyes Magos, los que me trajeron una mandarina y algún caballo de cartón y un Cine Nic, todo ello en distintos años. Y, en la otra imagen, un Papá Noel que ocupa hoy el lugar de los reyes, el frutero Emilio Gamito que es quien me trae ahora las mandarinas y lleva los regalos a su familia. Ahí está Emilio, como un rey).




Soy un enfermo nostálgico, quizás irrecuperable. Adoro a quienes vibran con la añoranza por los buenos momentos vividos, en fechas tan sembradas en mi como la noche de Reyes. Quizá sería por el sonido imaginario de los cascos de los caballos en las noches frías en la alcoba cercana a la esquina de la Calle El Medio, con una sencilla mariposa que bailaba alumbrando sobre el aceite en un plato mil veces bollado y hollado, una mariposa que agigantaba en los pasillos las sombras de los bultos de padre o madre que pasaban por allí preparando la bienvenida a los Reyes y a sus pajes, poniéndoles quizás un polvorón o una perrunilla.
Prolífico, entusiasta y contundente conferenciante, el cátedro Fernando González Pozuelo me ha narrado que hace muchos años preguntó a unas viejitas en un pueblo de La Siberia extremeña qué recuerdo tenían de un regalo, el mejor, del día de Reyes. “¡Una naranja!”, cuenta que le dijo una anciana arrugada, con brillo en la mirada. Y pone él también su entusiasmo particular al contarlo a su clase en la Universidad de los Mayores en Badajoz, donde ocupo un asiento. ¡Una naranja! La anécdota me inunda de recuerdos, me llena los ojos de las imágenes que he vivido. Lo mio fue una mandarina. Y un caballo de cartón. Y también algún globo inexplotado atado a una botella de las afamadas gaseosas Curusan (Custodio Ruiz Sánchez, de Burguillos del  Cerro, para servirle) o el lagarto de mazapán enroscado que fabricaba Marabel en Barcarrota, con aquellos alfileres negros de cabeza gorda que no eran sino sus inquietantes ojos. Me harán un daño inmenso si algún día me roban mi noche de Reyes o si me impiden que mi gente más cercana pueda soñarla y después vivirla y disfrutarla.

(Publicado en la edición impresa de HOY el jueves 5 de enero de 2012, el día que termina con la Noche de Reyes)

domingo, 1 de enero de 2012

Petardo a la vista




Infelices pájaros, objeto de las iras de los petardos, que los asustan y espantan hasta la exasperación.


Si nadie le pone remedio, en unos días se perpetrará el inicio del lanzamiento de petardos por las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades. En Badajoz los petardos han tenido siempre éxito, en parte porque no ha habido mano dura en la aplicación de la ley, tanto de la que autoriza la venta a mayores como la que la prohíbe a menores. Con los tiempos que corren, esto de que un menor se haga de un puñado de petardos o una botella de ron está chupado. Basta con que ‘unten’ a algún mayor conocido para que de la tienda salgan tanto los petarditos como los alcoholes de todas las graduaciones.
Tendremos que andar con cuidado dentro de unos días quienes gozamos del placer de pasear por la ciudad sin mayores molestias auditivas que las de algunas jodidas motos. Ahora habrá petardos con sus dos vertientes: el sonido estridente de las explosiones y el susto por nuestro miedo a que se trate de cosas de más calado, porque hay petardos que son auténticas bombas. Y al temor al estampido se suma el desconcierto tras las explosiones, por el miedo a que se nos caigan encima los palos del sombrajo.
Los que lo damos del oido, tenemos el consuelo de que el ruido nos llega más lejano, aunque la estridencia de las explosiones nos afecta más. A algunos, como es el caso del aquí escribiente, esas explosiones nos ponen de un mal humor total, tal que nos importa un bledo el negocio de los vendedores de petardos o de los que permiten que se revienten los hígados de los jóvenes a los que les colocan el alcohol en la mano con absoluta facilidad. Para poner freno a estas cosas están los concejales y la Policía Local, allí donde los hubiere. Porque hay sitios que yo me sé (¿saco la lista?), y ustedes también, en los que parece que no hay ni lo uno ni lo otro. Ea, feliz año mariano.