Hacer un cercado a base de vallas, de las que se emplean para delimitar el
lugar de paso de los desfiles y las procesiones, es una ocurrente manera de
evitar que a uno le ejecuten las subidas del IVA, porque no es lo mismo el
susodicho impuesto aplicado a las procesiones que si lo centramos en las
labores de pastoreo propias de esta fecha del año en que los rebaños se depositan
en los agostaderos, de los que en Badajoz ciudad hay muchos. ¿O no se han
parado nuestras autoridades a pensar en lo que significaría por ejemplo poder dejar
caer un impuestillo a los vecinos que emplean las encinares de San Isidro como punto de desfogue de
sus perros? ¿O a aquellos que se colocan con sus ovejitas luceras en las zonas
de adelfas de El Pico o en los patatales
de la avenida de Manolo Rojas o en
los maizales del camino del aeropuerto? ¿O a las vacas que antaño veíamos deambular
con su campanillo, tolón, tolón, por la carretera de Valverde cerca de los pinares
del Club Campo Pino?
En todo eso
ha debido pensar el individuo que andaba valla arriba, valla abajo, al que es
posible que algún juez ordene, con muchísimo respeto, recluirse una temporadita
entre cuatro vallas.
(Publicado en la edición impresa de HOY el viernes 24 de agosto de 2012)