viernes, 19 de abril de 2013

Por donde huye el agua








 (El Guadiana, encolerizado, en los terribles días de abril de este año). (Foto M. LÓPEZ)

Huye camino de Portugal, desbordando, arrasando, arrancando arenas, arbustos, vidas. Es un torbellino imparable al que se le pierde la pista de inmediato. Escapa de la vista haciendo remolinos, como se nos va de las manos si intentamos atraparla.
   Para mi desgracia, me persiguen los fantasmas que vi en el agua, en el fondo de un pozo al que la Quica se tiró desesperada, delante de mi, cuando yo era sólo un motril. No pude hacer nada por frenarla. La llamé a voces desde el brocal (dieciséis hermosos años tal vez tendría, yo menos de veinte), le arrojé la cuba con la que sacábamos del pozo el agua para lavarnos, para fregar, para regar las aspidistras.
   “¡Agárrate a la cuba, Quica, agárrate!”
  Descubrí que el agua tiene ojos o es que quedaron allí los de ella, fijos en mi, después de que El Caza y otros hombres hechos y derechos la sacaran de aquel ataúd de agua ayudándose con las rastras. En la casa donde yo vivía con mis padres y hermanos depositaron en el suelo la piltrafa en que quedó convertido su cadáver, hinchándose poco a poco. El cabo de la guardia civil y el alguacil se movían nerviosos y motriles curiosos se agolpaban ante la puerta falsa de la casa, que hoy se cae a cachos. Desde allí podía verse el bulto que, apelotonado en el suelo, cubierto por unos mantujos, sugería su presencia y componía su triste mortaja.
   Mujerucas echándose el bendito rezaban apresuradas y aterrorizadas, llenas de compasión. “La Quica se tiró al pozo”, contaban a quien llegaba. Yo asistía impotente a la escena, negándome a tomar la tila que me ofrecían con generosidad. Y en algún lugar de la casa mi madre  lloraba, aferrada  a las manos de mi padre. Francisco, Josefa, Luis y José Julián, mis hermanos, dejaron de cantar por mucho tiempo.

  Estaba envuelto su cuerpo en el mantujo, en medio del triste corral, pero el alma de la Quica se había ido ya por las callejas del pueblo en busca de sus otros muertos.

  Eran ojos vidriosos, acaso verdes, los que desde el fondo del pozo me miraban anochecidos. Los vi en muchas otras ocasiones, cada ve que me asomaba al pozo. Despertaban mi terror y también mi compasión. Eran ojos de agua. 

A la memoria de Ángel García Vázquez, muerto de generosidad en el azud del Guadiana y a Isabel, que se fue con él.
(Publicado en la edición impresa de HOY el viernes 19 de abril de 2013)

martes, 2 de abril de 2013

Basta ya, Virgen de Bótoa, basta ya




Tres imágenes a media mañana del 1 de abril cerca del azud, en zona cubierta de agua y con curiosos como yo mirando y comprobando que nuestras vidas son como los rios. (Fotos M. LÓPEZ)


Al ruego de las lavanderas de Bótoa habría que darle la vuelta hoy. Ellas pedían ¡agua Virgen de Bótoa! y ahora habrá que reclamar que se pare ya la lluvia, Virgen de Bótoa. Aunque a los ganaderos no les importe que siga lloviendo (a ellos lo que les gusta es que las hierbas lleguen hasta las ubres de las vacas, por expresarlo de modo que pueda leerse en horario infantil). Pero en las huertas y en los sembrados está sobrando ya el agua y lo escribo a sabiendas de que hoy martes seguirá lloviendo otra vez y lo que te rondaré. Y es que ahí es nada en Badajoz llegarse hasta el azud, cubierto por una tromba desbordada de  agua, sin que puedan verse ni aliviaderos, solo el Guadiana desbocado disparando agua y ramajos en dirección a Alqueva. Muy cerca de allí se ve empantanado el solar del mercadillo de los martes o el parque de El Vivero, donde el entonces alcalde Luis Movilla soñó hacer un camping, que hoy estaría alagado (sí, de mucha agua, eso). Ahora no tenemos camping, como tampoco tenemos AVE, ni casi trenes, ni Plataforma Logística, ni avión -esa es otra, señor consejero Del Moral, seguimos sin avión ni asomos de que vaya a haberlo pronto, cuando acaba de empezar la nueva temporada- y por todo enlace por carretera con Madrid una compañía que no es precisamente barata.

 (A todo esto tengo una lavadora puesta y se me amontona el trabajo de la plancha, ya veremos, porque la secadora automática, que es el tendedero de mi casa, no se puede usar mientras no salga el sol. Y los edredones también esperando para irse a la tintorería o al altillo, que ya es tiempo de recogerlos y de quitar las sábanas portuguesas).

Sigue lloviendo y digo yo que ya que estamos en metidos en faena de atasco y desatasco  podrían limpiar los cauces del Rivillas y Calamón, donde ha empezado a nacer yerbajos en la zona asfaltada y no hay ni ovejas ni cabras que se los coman. Sólo sirven para impedir que circule el agua con fluidez, que es lo que nos conviene que suceda antes de que llegue el verano que está lejos, lejos. Mientras tanto, Virgen de Bótoa, basta ya de agua, basta ya, que ya se han vendido todos los paraguas y los comerciantes han dicho que ya es primavera y hay que sacar los nuevos modelitos. A vé…

(Publicado en la edición impresa de HOY el martes 2 de abril de 2013)