miércoles, 31 de julio de 2013

La sevesita, el fanta, el cocacola






O sea, que si  tu llevas ya un día revolviéndote por entre aquella arena, con tanta agua, con tanto griterío, y no te has encontrado todavía a Emilio González Barroso ni a Alberto González ni a Antonia Márquez Anguita ni a José Emilio Estrella, pues llegas a la clara conclusión de que no estás en Badajoz. Será cualquier playa del Sur si además has visto que no bien quieres dejar el coche en cualquier esquina y ya se te ha echado encima un controlador de la ORA (que sí, que eso lo hay en Punta Umbría) o el controlador del hotel que te reclama 10 euros al día por dejar el coche aparcado en un recinto al aire libre, cerrado, eso sí, pero al aire libre y con unos sombrajos que no son precisamente gloriosos. Estás fuera de Badajoz. Si en ese sitio llamado playa (este año limpio, sí) aparece un payo gritando alegremente desde bien temprano”¡ La sevesita fresca, el colacola, los fantas con sus temperaturas, para usté y sus criaturas”! es que ese sitio es la playa de Punta Umbría. O sea, puedes encontrarte con Brígido Férnandez padre y Brigido hijo, el reportero gráfico de HOY en Mérida que ha venido hasta aquí a quitarse los espinos. Y se ha encontrado conmigo y unos cuantos mosquitos que este año pican, pero no son como los de Badajoz, estos son silenciosos y discretos, pero traicioneros.
Más al Sur, en Isla Canela o la Punta del Moral hay parecido bullicio y también no exagerado movimiento. Se nota en el mercado de Ayamonte, donde veo un bicho feísimo que intentan venderme. ¿Y eso qué es?, pregunto. “Japo”. ¿Y para qué sirve, preguntó el veterinario de San Vicente de Alcántara Juan Ramón Castaño? Andaba de paso y m lo contó con Maruja en la Punta del Moral, al lado de un choco de trasmallo en La Cayuelita. “Pajé jopa”, le dijeron. Y ya deducimos que es sapo y sirve para hacer sopa. Y comentan que lo fríen con chocos, y boquerones en Casa Margallo, un sitio al que hay que ir aquí en Ayamonte como a casa Vicente, que si no los visitas es como si no hubieras estado en la playa. En Punta Umbría hay que ir a casa Fermín y te puedes encontrar en la calle Ancha con el rumano del acordeón (el mismo del quiosco de San Francisco y de la Plaza de los Alféreces en Badajoz), que otros años por lo menos andaba por aquí con su acordeón y su pareja, la mujer que se coloca a las puertas del Eroski de Héroes de Cascorro en Santa Marina, donde Juanito Benavente, uno de los encargados, mete mercancías desde las 8 de la madrugada ayuddoa por Jesús.
Pero lo mejor de todo, ya digo, es el vendedor de Punta Umbría que le pone rima a su mercancía, tratando de atraerse más clientela.

(Publicado en la edición impresa de HOY el jueves, 25 de julio de 2013)


sábado, 13 de julio de 2013

Los huevos del Cerro





Aquí está la prueba. Las gallinas y gallos, en calentamiento antes de entrar al campo del Cerro. M. L.

Aún siguiendo en las categorías inferiores, ha vuelto a subir el Cerro de Reyes y tiempo habrá de seguir sus avatares por esos campos de fútbol. “Sabino,  a mi el pelotón que los arrollo” fue el grito de guerra que resonó en los campos de Amberes cuando muchos de nosotros ni habíamos nacido y cuando Sabino marcó el gol de la gesta en aquellas olimpiadas a las que se dijo que los jugadores acudían comiendo chorizo y morcilla para coger fuerzas.  
Es una frase que quedó en los anales de la crónica futbolística como símbolo de una gesta. No es extrapolable a este Cerro de Reyes de Cachola, pero vale como punto de arranque de una crónica que yo quiero redondear con lo que he visto bastantes días a eso de las siete de la madrugada: una parva (no es ni piara, ni rebaño ni manada) de gallos y gallinas a las puertas del estadio José Pache. Es un misterio para mi qué hacen ahí esos gallos y gallinas, de quién son, si pertenecen a la plantilla o a Evaristo al que conocí como empleado del club en los tiempos de los jugadores Rodolfo y Enzo Noir. Si son o no son propiedad de Cachola que las tiene ahí para que pongan los huevos que hace falta echarle a toda gesta deportiva, si son escapados de las casas cercanas de la barriada de Llera o si los ha llevado allí el concejal de tráfico para que los conductores que enfilan la fuente de los 80 millones se frenen antes de caer limpia aunque violentamente al agua.

De una u otra manera, las gallinas con sus gallos podían acercarse unos metros más arriba en la avenida Jaime Montero de Espinosa y colocarse ante las puertas del Centro de Salud de Valdepasillas, para distraer a los numerosos pacientes que se agolpan cada día bastante antes de las 8 de la mañana, que es la hora de apertura. Y es que la gente tiene prisa y desea que la pinchen cuanto antes. Pero en eso no tienen nada que ver los huevos. 

(Publicado en la edicicióm impresa de HOY el martes 9 de julio de 2013)