lunes, 21 de abril de 2014

Pedrada en ojo de boticario







(Algunas medicinas sirven para ser lanzadas como arma arrojadiza por parte de los gobernantes contra las multinacionales de la farmacia. Eso sí, jugando con los enfermos. Ahora te doy estas pastillas, ahora te las cambio...)

No sabía yo por qué se decía eso de pedrada en ojo de boticario hasta que he ido a mi farmacia habitual y me han dicho que nones, que de mis viejas medicinas el SES del experto consejero señor Carrón ha decidido que naranjas de la China comunista y ahora me toca cambiarme las pastillas. De nada habrá servido la opinión de  mi abnegado médico Emilio Salguero. Porque nadie le ha preguntado. Algún burócrata de la Consejería ha decidido que el Bisoprolol y el Telmisartan y el Ganfort son mejor que los que me tomaba antes y ahora he de olvidarme de convivir con el Emcorcor, el Micardis, el Lumigan (ya saben, estos son mis males y mis remedios)… una leche auténtica. Me acuerdo de los tiempos del siglo pasado en que  yo no usaba tantas pastillas y un inexperto consejero de Sanidad llamado Rodríguez Ibarra (que sí, que lo fue aunque casi nadie se acuerde ya) asumía con humildad su ignorancia en el tema, frente a lo listo que es el consejero actual, seguramente un digno maestro pero me temo que un más que profano administrador sanitario.
  Y eso que no puedo dejar de reconocer que aún sin haberlo solicitado cada dos por tres me reembolsan cinco o seis eurillos de la demasía que estoy pagando, que no es tal demasía porque hasta hace poco yo no pagaba un duro por los medicamentos hasta que llegó mi hora, como en la pelí del salvaje Oeste y me vi obligado a aflojar la yesca con las medicinas. Que sí, que puedo pagarlas, pero que así ha ido empezando todo. Así que mis boticarios favoritos Pepe Pintor Amador y Jorge García Doncel ven mis lágrimas ahora al acudir a la farmacia y no ya por tener que pagar, sino porque me han cambiado las medicinas en un intento de presionar a la industria farmacéutica, poniéndome a mi y a todos los pensionistas como escudos, para que la sanidad vaya bien… Y aquí estoy sin saber muy bien si me están curando o me están salvando o están experimentando conmigo (vamos, como con todos ustedes). Señor, qué desbarajuste, a vé…

(Publicado en la edición en papel de HOY el lunes 21 de abril de 2014)

miércoles, 2 de abril de 2014

Yo denuncio al concejal, a la Policía, a mi mismo


   (El vagabundo de F. Calzadilla, liándose un cigarro a base de colillas recogidas en la calle. Al fondo, su equipaje a las puertas de lo que fue una oficina de Caja Extremadura, el lugar que usa para dormir y lo hace a cualquier hora del día, cuando la cerveza surte efecto. Foto: M. L.)


Hace unos años se nos murió un alemán que más que gritar, graznaba cerca de la estación de Autobuses. Nadie le entendía y no sé qué fue de él en sus últimos días. Y ahora, un día de estos, se nos van a morir un par de vagabundos que pululan por las avenidas Fernando Calzadilla y Saavedra Palmeiro (¡qué ironía, las llamamos avenida y sólo son un cacho de calle!). El que ha tomado por sede un portal de algún comercio abandonado, en Saavedra Palmeiro, con sus mantas perfectamente dobladas y sus enseres en un carrito de Carrefour, parece un poco más cívico por el trato a los paseantes. Igual de desgraciado es el de Fernando Calzadilla, aunque este pasado lunes golpeó con su litrona el paraguas de una mujer que se acercaba a hacer la compra al Eroski. Entre risotadas, ajeno al respeto, este mostrenco acostumbra a acosar al personal que pasa por Calzadilla, especialmente a las mujeres. Ahí ha depositado su humanidad enorme y sus reales. Se ha llamado a la Policía local, han acudido, se lo han llevado a la Unidad de Psiquiatría del Infanta tras rescatarlo de los techos de varios coches y a la media hora ha reaparecido gritando, salvaje. Lo siento. Este señor se merece que alguien se ocupe de él. Y por eso yo denuncio desde aquí al concejal de Seguridad Ciudadana (¿lo hay, no?), al Jefe de la Policía Local y a los municipales que pasan a diario buscando coches aparcados en doble fila y no se percatan de los ciudadanos que andan aguantando la doble fila de los que duermen en portales, a donde los hemos arrojado entre todos.Y me denuncio también a mi porque seguramente no he hecho todo lo que debía por resolver el problema de este ser humano que está bebiendo litronas desde las 8:15 de la mañana y durmiendo como si fuera un salvaje al lado de lo que en su día, ¡vaya ironías de la vida!, fue la sede de un banco bueno, hasta con su cajero automático para meter las tarjetas salvavidas de todos, menos de este ser humano. Y yo me acuso el primero (Y pronto, elecciones, ¿eh?)

(Publicado en la edición impresa de HOY el miércoles 2 de abril de 2014)