sábado, 31 de mayo de 2014

Filosofía de mercadillo









(No se ve muy allá, pero ahí está la pintada en el suelo del mercadillo de los martes. Filosofía pura)


Siempre se aprende algo, todos los días. Y al hilo de ello confieso que soy un ferviente seguidor del mercadillo de los martes y persisto en el empeño de visitarlo (en plan chandalista, claro, arreglado pero informal) porque me encanta situarme ante los puestos y escuchar las conversaciones, ver a desoficiados y desoficiadas como yo vagando entre los puestos, compartir la sonrisa socarrona del currante Emilio Gamito y su clan (su hermana Isabel Gamito, su hijo Javi Gamito y compañeros mártires), a los que invariablemente pregunto si tienen garrapatos, que al final compro en otro sitio porque el jodido de él casi nunca los tiene. Pues en el mercadillo de los martes, por una de las calles, apareció hace ya más de un año una simpática pintada que aún persiste allí y ha aguantado el paso del tiempo y, como dirían los latinos, el peso del día y el calor (esta mañana me encontré en la plaza de Minayo a mi profesor de Latin/Literatura don José Huertas y seguro que él recordará de sobra la traducción del “pondus diei et aestus”, el peso del día y del calor). Pues allí en el mercadillo resiste la pintada ese pondus etc: “Que nos separe la ropa y no lo haga el tiempo”. Algo misterioso que quizá se refiera a trifulcas entre familias de vendedores separadas, porque no se explica de lo contrario esa alusión a la ropa separadora, porque la ropa más que separar tapa o esconde y abriga a los ojos de los demás. Camino del mercadillo me encuentro los martes al afanoso Francisco Centeno, doctor en biología molecular y PSOEconfeso por lo que puedo leer en su Twiter, ex alumno mio en los años de nuestra Escuela Virgen de Guadalupe. Y muy cerca de él veo también a Ricardo Cabezas, ese entusiasta cooperante, alma de la margen derecha del Guadiana y de los movimientos que tengan que ver con la lucha contra la marginalidad, de la que tanto sabemos. Pero en el meollo del mercadillo descubrí el pasado martes a eso de las 9:22 de la mañana a varios (y varios es más de dos y más de tres) niños de algo menos de 5 años, regateándole a pelotas de trapo entre los puestos de venta de ropa de sus padres o sus madres. Como también vi a dos polis locales recogidos en el coche oficial cuando ya me iba con los garrrapatos, imagino que los susodichos al empezar su ronda saldrían del coche y mandarían a los niños al colegio. Porque la labor de la Policía no es solo denunciar y poner orden, es también esa. Vamos, esa es al menos mi filosofía del mercadillo de esta vida. A vé.

(Publicado en la edición impresa de HOY el viernes 30 de mayo de 2014)

jueves, 15 de mayo de 2014

Epidemia de jaras, de Jara





Tengo que pedirle perdón al poeta y periodista extremeño José María Bermejo por haberle robado  parte del título de su libro Epidemia de nieve con el que ganó el Premio Adonais de poesía. Hablaba él de su Tornavacas natal, sobre el que describía que se había depositado una epidemia de nieve. Hablo yo ahora de la epidemia de flores de jara que ha inundado Monsalud, La Jara, los hermosos campos que se atraviesan entre Salvaleón y Nogales. Las cunetas de El Regío, escenario de episodios poco agradables de los años 30, hoy felizmente superados. Y tengo que pedirle permiso también al cantautor extremeño Luis Pastor que  pide  en sus poemas “tráeme paisajes de encina en tus ojos, tráeme simiente de vida en tus brazos”. Esta explosión de flores de jara, este espectáculo único de nuestra naturaleza, casi acaba de morir hogaño. Porque la de la jara es flor de un día, flor que muere, pero que también alienta a las laboriosas abejas que liban su néctar para endulzarnos la vida con la miel de jara. En estos tiempos de tanta maldad urbana (¿no es eso lo que estamos padeciendo?) es un gozo pasar por estas carreteras, por estos parajes en los que la jara es casi único signo de vida, sentir la tentación de abandonar la marcha para sentarse a contemplar el enconado trabajo de las abejas, el devenir del nacimiento y muerte diarios de la flor. Alguna de las cercanas golondrinas, el reventar de la primavera que se nos está casi yendo de las manos atosigada por el sofocante calor del verano que se acerca. Estas flores de jara han sido y son aún el puente que nos une con la vida. En estos tiempos en que en los campos no hay casi ni pájaros y las casas están cercadas de palomas, al menos tendremos las amapolas y las espigas para recordarnos que antes estuvieron con nosotros las flores de jaras.

(Publicado en la edición impresa de HOY el miércoles14 de mayo de 2014)

viernes, 2 de mayo de 2014

Mayores en la Universidad de Extremadura




(En la foto superior, de izquierda a derecha, Luis Ruiz, Luis Cintas y Luis Chávez, los tres luises. Debajo, Juan González Carmona, Valentín Sánchez Cerrato y un servidor. Los seis, alumnos de la Universidad de los Mayores, de excursión gastronómico-cultural en Borba y Estremoz el pasado invierno. Y para practicar algo de nuestras clases de portugués).

Cuando en las pasadas tardes del jodido invierno el cuerpo pedía quedarse en casa o en estas de la insultante primavera más apetece pasear (para desintoxicar, para acompañar a los nietos en el aprendizaje de los paseos, para quemar el jodido azúcar, para curiosear en los mercadillos o husmear en la bibliotecas) sigue habiendo un grupo de más de mil personas (que ya es grupo, ya y cuando se enteren algunos partidos políticos nos abordarán para pedirnos su voto o tratar de manosearnos) que en Badajoz, Cáceres, Plasencia, Mérida, Don Benito/Villanueva o Zafra acudimos a las clases de la Universidad de Mayores bajo el manto protector de la Universidad de Extremadura. Entre los alumnos hay muchos que solo conocen de la Universidad el nombre, que no han tenido la oportunidad de estudiar más allá de las cuatro reglas ni de acceder a una educación que pase de la elemental, que en muchas ocasiones es bastante más educación que la de quienes ostentan títulos de categoría aparentemente superior. Acudimos para seguir aprendiendo, junto a jóvenes alumnos (como los de la Facultad de Educación en Badajoz) que nos miran como bichos raros. Porque aparte de algunas clases ininteligibles que nos ofrecen hablando de los RCV (sí, lector, los riesgos cardiovasculares), estamos conociendo, ya con más de ¡sesenta y pico de años! tanto de las ideas de Marx o Descartes con Faustino Lobato como de las teorías de la psicología y las relaciones interpersonales con Isabel Cuadrado, de la Literatura extremeña con Enrique García Fuentes, de los avatares de la Historia y la Geografía con Inés Rodríguez y Encarna Masot, de los entresijos de la lengua de la Reina Madre (bueno, es un decir, con respeto, que se me entienda bien) con Manolo Becerro, de la Química aplicada a la sociedad actual con Lorenzo Calvo, de la grandeza del cine con Emilio Vàzquez, de la cultura del Renacimiento con ese caballero profesor que es Francisco Pedraja.

El papel que está prestando a la sociedad extremeña la Universidad de los Mayores es impagable y la sociedad ya lo reconoció dándole la Medalla de Extremadcura. Ahora somos los alumnos de esta Universidad los que estamos en deuda con la sociedad extremeña  por darnos esta segunda oportunidad que, para muchos, es la primera. Los becarios y el personal de la Secretaría y los responsables del programa Miguel Caballero y Florentino Blázquez bien merecen el aplauso que no les regateamos.

(Publicado en la edición impresa de HOY el viernes 2 de mayo de 2014)