martes, 15 de septiembre de 2015

Hágase la luz, la led



Llevo desde que era chiquinino leyendo que no sé cuántos miles de euros se van a emplear en mejorar las condiciones del alumbrado en las calles de Badajoz. Ahora se repite la historia. Este asunto me tiene soliviantado y ando con la mosca detrás de la oreja desde que ya en el siglo pasado leía o escribía yo que la Diputación de aquel entonces iba a poner farolas en no sé dónde para mejorar la calidad de vida de los indígenas en nuestros pueblos. Vamos, que iba a haber farolas hasta en los caminos rurales que llevaban hasta el lejío y así podíamos ir de madrugada con la burrina al campo, alumbrados hasta las cejas.
"Luz más luz", se destaca que dijo Goethe poco antes de morir, cuando vio que la vida se le escapaba. Lo mismo habrán pensado ahora en el ayuntamiento de Badajoz pero yo tengo la absoluta seguridad de que en las páginas de este periódico se recogió, cuantificado, el importe que iba a costar la dotación de led de las farolas de mi calle, sin ir más lejos. Y las de la Autovía. Y los plazos prometidos se pasaron largamente y en las tardes del crudo invierno me asomo al balcón y veo apesadumbrado que no veo, porque no hay luz, ni de la led ni de la de toda la vida del mundo. Ahora nos prometen luces led para jartarnos. Tengo  la razonable duda de sí no me pasará como al genial Goethe. Y, además, creo que sí fuera exacto lo que dicen del ahorro, era cuestión de pensar que se ahorraría más obligándonos a todos a llevar una linterna. Así el ahorro ya sería superlativo. Y es que a los que somos de pueblo (lo siento, Diego Algaba, colega columnista, déjame que presuma) no se nos olvida lo que dijo nuestro alcalde ya fallecido, José Gómez Trigo: "pá lo que está a la vista, no hacen falta candiles".

(Publicado en la edición impresa de HOY el martes 15 de septiembre de 2015)

miércoles, 5 de agosto de 2015

Los martes, lujuria china en el mercadillo

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 De modo casi lujurioso, una pareja de japoneses que ya no cumplirán los 65 años miraba al amanecer, saliendo del Puente Real junto a la rotonda de La Jamonería del mastodóntico edificio de la Caja de Badajoz. Dirigían sus ojos orientales al fabuloso llano del mercadillo, totalmente vacío, sin vestigio humano alguno. Estoy por asegurar que se les empañaban los ojos del lágrimas al ver el desperdicio en que está sumido  el lugar, que es usado sólo una mañana a la semana, la de los martes, para darle una rentabilidad social dudosa y económicamente escasa para la ciudad propietaria del espacio, para el que sin duda los negociantes del terreno urbano habrían podido soñar destino apropiado.
Unos días después he vuelto a ese espacio desaprovechado para el que ahora los organizadores de viajes y excursiones han encontrado uso, como punto de cita para que partan o regresen los autobuses y se concentren los familiares de los excursionistas. No, todavía no se han dado cuenta en el ayuntamiento de que no sería descabellado pensar en imponer una tasa a los usuarios de este espacio, con lo que habría más rentabilidad del lugar graciosamente cedido bajo el pago de una justa y escasa tasa. La pareja de japoneses seguramente llorará sí acude a fisgar por otro espacio  igual de rentable, el del  mercadillo de los domigos, pero líbreme la virgen santa de proponer cobro de tasa a los usuarios en días distintos al domingo. A fin de cuentas, los vecinos de las urbanizaciones próximas bien podrían pedir la colocación de porterías  o redes de quita y pon y soltar a la muchachada a hacer deporte de escaso riesgo, dándole así un uso racional a estos lugares que se mueren de risa seis días a la semana. Por estas lugares no pasan más que las cucarachas espantadas por la obra interminable del Caño de la Cambota, que dirigen sus pasos para entrar en la civilización por Avenida de Santa Marina dejando a su paso una lamentable escena. Son las cucarachas americanas nativas de Africa que nos devuelven a la cruda realidad de unos espacios muertos, sin uso, para los que la pareja de japoneses seguro habría soñado negocios con prometedoras cajas a base de todo a un euro.

Publicado en la edición impresa de HOY el miércoles 5 de agosto de 2015)

martes, 21 de julio de 2015

El tapicero en su casa de usted

Es peligroso asomarse a la ventana en estos  calurosos días, porque además del bofetón de los 40 grados está el machacón ruido de la radial o del martillo percutor, del vecino o de las obras de reforma del supermercado de la esquina, que atrona los espacios ignorando o despreciando las Ordenanzas municipales que mucha gente se salta a la torera y que no sé si los municipales obligan a cumplir. Porque lo que viene sucediendo es que el personal saca impunemente las cáscaras de la sandía y el melón o las raspas de la sardina al contenedor de basura a media mañana o tempranito en general, para que el sol trabaje a gusto en la descomposición de la basura y que las moscas y otra bichería se apoderen de nuestras calles.
Se unen a estos incumplidores otros como quienes se empeñan en regar las macetas a deshora echándonos el agua a los viandantes. No hablo de quienes tiran las colillas por la ventana a la calle, que los hay. Y de vecinos que al recoger los edredones hasta el próximo otoño han descubierto que en el altillo había cacharros que estorban y los sitúan junto a los contenedores en un alarde de incivismo, para que se los lleve el de la basura. Pero el conductor ni se baja del vehículo porque tiene una ruta que cumplir y su misión no es arreglar lo que han hecho mal los incívicos.
Así las cosas, las calientes tardes veraniegas son una sucesión de ruidos, calores, moscas, radiales a tope, llamadas increíbles de las telefónicas para que te hagas con el nuevo plan ahorro y, además ahora, un machacón pregón de la furgoneta que viene anunciando que ya está el tapicero en su casa, en su propio domicilio, se tapizan sillones, sofás, descalzadoras (¿pero aún hay descalzadoras?). Toda una delicia estas alegres tardes de veranillo. Y a ello se suma el ministro Montoro que quiere que Guillermo presidente nos saque la sangre para dársela a él, con toda la calor.
(Publicado en la edición impresa de HOY el lunes 13  de julio  de 2015)

martes, 30 de junio de 2015

El pulmón de Badajoz y el del ávido lector












Vistas de Badajoz en el entorno del nuevo Parque del Guadiana. Y, al final, el cochino "entreverao" pintado por mi hija Paz López Sanjuán para la "Iberian Pork Parade".(Fotos, Manolo  López)


Saltar como un poseso de la furgoneta, para poder colocarse delante del hermano que reclamaba también ejercer aquí su mayoría de edad y su primogenitura, aunque ahora la norma bien podía ser la de “maricón el último”. Abandonar la DKW de color verde aceituna por la primera puerta que se viera abierta para llegar a situarse corriendo delante de las persianas del quiosco de San Andrés. En una caja de cartón que en su día albergó unas botas Segarra venían cuidadosamente doblados los cuentos que el ávido lector se disponía a cambiar. Eran aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín, de El Zorro, TBO viejos con las aventuras de las Hermanas Gilda y el pobreCarpanta (siempre bajo la alcantarilla soñando con un pollo asado, como los que ahora compro yo de cuando en cuando en el Pio Lindo de mi calle) y los hermanos Zipi y Zape y don Pantuflas y el doctor de los inventos. La caja llena de los cuentos que íbamos a cambiar había estado semanas y semanas en lo alto del topetón de la cocinna, al lado de la mano del almirez y unos hermosos platos viejos con escenas de gallos increíbles, junto con un caldero auténtico de cobre deGuadalupe. Esa caja volvería después al mismo sitio, una vez hecho el cambalache de las revistas y en ella volveríamos a ir recolocando los cuentos nuevos, una vez leídos, para en un ciclo interminable volver a sacarlos unas semanas después, porque no todos los días se terciaba un viaje a Badajoz.

Lo máximo a lo que se podía aspirar quizás era a visitar Badajoz en la feria de San Juan. Ahí tendría yo la primera oportunidad en mi vida de comerme un helado azul, que decían era de Pitufo y yo no sabía qué era eso de los pitufos. Ni yo ni casi nadie de los que alternábamos los viajes a Badajoz en las furgonetas DKW de Francisquino Marín, de Quiquito o de Jacinto Marabel.  Algunos tendríamos más suerte, como yo, que cada dos por por tres me rompía un brazo ya fuera jugando a la gata paría o haciendo virguerías con el tentemozo de una maquina cosechadora que llevó al pueblo Vicente Giralt, que había sido varias veces campeón regional de ciclismo y contagiaba de su entusiasmo por la vida a cuantos nos topábamos con él. Vicente iba acompañando a la máquina, él montado en una moto Guzzipor los caminos que llevaban deSalvaleón a Almendral. Por Las Navas, por La Bejarana, por la huerta de mano Frasco, por lo de Monsolina. La moto de Vicente era igual que la de don José Rubio Armesto, el veterinario, el marido de doña Erundina y padre deOlegario, que luego se compró un seiscientos verde para ir a vacunar a las ovejas y a las cochinas y ayudar a parir a las vacas que traían el becerro atravesado. Pues Olegario, como Juan García o Juan Cuenda o Juan Cachimba, todos ellos veían pasar antes sus ojos aquellos cuentos que, en armoniosa camaradería, repasábamos una noche tras otra a la luz escasa de bombillas de quince bujías o con candiles de mala muerte o incluso a base de lamparillas hechas con mariposas de cera reposando y chisporroteando en la noche sobre un lecho de aceite renegría, noche tras noche, agigantando las sombras, invierno tras invierno, como si el hogaño no tuviera derecho a noches más iluminadas y porque los cocos de la luz, las luciérnagas, no hubieran comprendido nuestra precisa necesidad nocturna de luz más luz, como dijo al morir Goethe, pero de ello no sabían nada El Coyote ni Roberto Alcázar.

De la Plaza de San Andrés la furgonetas DKW se fueron al Salto del Caballo, a los brazos amables y bonachones de Micha, el generosoMicharet, el más flamenco de los amigos de los bares que he tenido, al que aprendí a querer en compañía de mi también bienamado Joaquin Rojas Gallardo, que se nos fue bajito en Italia para venir a reposar finalmente en España pasando por su Sevilla pero sin los jaleos de la feria de Badajoz. Ahí ya nos perdimos porque se nos quitó de delante el quiosco de San Andrés, en el que tras las aventuras de El Coyote yo tropecé con Emilio Salgari y empecé a amar la narrativa. Había libros, sí, pero ya no eran lo de antes y ya había que recurrir a las bibliotecas, como la que yo visitaría años más adelante en elSeminario, bajo la tutela de algún Padre Prefecto poco amigo de esas cosas de los libros, aunque aleccionador de la lectura pía que no es la que buscábamos quienes encontramos en la estantería de los libros prohibidos tanto el Cantar de los Cantares como las novelas de Juan Varela, que eran el no va más para los cortos años de unos mozalbtes que eran llevados a pasaer alFuerte de San Cristóbal o a las inmediaciones del Parque Ascensión,en Palomas, con la sotana (¡a los once años!) y la estola o beca roja además del bonete… Allí nos hacía fotos El Rápido, el fotógrafo padre de Juanito Paredes. Ya allí se había pasado de Salgari aGóngora y Santa Teresa y ya también habíamos dejado atrás el paseo de San Juan o los comercios de Los Ángeles yLa Paloma para llegar  sin solución de continuidad a lo que es hoy el Carrefouro El Corte Inglés o El Faro, un caos mental total en suma. Pero antes, pasando por el paseo de la Plaza de Minayo, donde una piara de guarros de distintos pelajes saborean bellotas de asfalto ahora bajo un sol de justicia. Ya no van a engordar más, ya han crecido lo suyo, pero ahí están poniendo sabor y color ante los ojos descreídos del viajero que contempla el panorama de la piara entre burlón, descreído y emocionado.

Pero sigamos: De las orillas de la Playa de Amigos del Guadiana habríamos saltado en el tiempo  a lo que todos llaman hoy el pulmón verde de la ciudad, un Badajoz  que bastante tiempo ha vivido de espaldas a su río, al que ahora parece adorar. Porque lo merecen, la ciudad y el río.

(Publicado en la revista Oficial de Ferias del Excmo Ayuntamiento de Badajoz., junio 2015)

martes, 23 de junio de 2015







A mis cortas luces que los que somos de pueblo tenemos muchos inconvenientes y bastantes ventajas. Entre los primeros, no haber visto el mar hasta la edad madura. Yo vi el mar por primera vez en las playas de Chipiona cercano a mis primeros 20 años. No me lo perdoné y por eso mi primera hija gozó aguas marinas con apenas tres meses, hace ya casi cuatro décadas. Ahora, pertenezco como muchos a la generación Imserso, a la misma que Alfonso Guerra criticaba cuando espoleaba contra la Ucedé bajo el lema de “¡qué buenos son, que nos llevan de excursión!”. Muchas personas en mi familia y en las de muchos lectores murieron sin ver el mar, la mar.
   Lo mío fue un viaje ansiado, una forzada presencia en el campamento Hernán Cortés de Chipiona, a donde había que ir por narices para refrescar los principios del Movimiento etc si uno aspiraba a poder sacarse el título de maestro después de tres años en la Normal de Magisterio de Badajoz. Por allí andaban como “mandos” (entonces no se decía monitores)Juan LeónManuel Mayorga Gerardo Alvarado(+) personajes hechos y derechos allá por el año sesenta y muchos del siglo pasado.
   Hoy, con la cartilla de jubilado en el bolsillo, he dispuesto junto con otros cincuenta y pico extremeños (tras once horas de viajes en autobús, tren y otra vez autobús) de otras posibilidades de acercarme al Mediterráneo, ese mar mágico, y de pasar por lugares tan emblemáticos como Calella, Barcelona, Figueres, Tossa, Canet, Arenys (jartos de trenes cada veinte minutos) y de cruzar la frontera en escapada fantástica hasta Perpignan y Colliure, palpando de cerca la losa que da reposo a los restos mortales de don Antonio Machado. Casi sin solución de continuidad, con el parénteseis de ese medio siglo mal contado, he pasado de Chipiona a Colliure llevando en mi equipaje las ilusiones jóvenes del campamento y de las playas de Regla hasta mis canas y calvicie incipiente en el mágico cementerio que entierra al admirado poeta, bajo banderas hermosamente republicanas.

(Publicado en la edición impresa de HOY el miércoles 6 de mayo de 2015)

Pamplinas de manioso







Fran Fragoso se ayudó de la mano tonta para volver a ocupar el sillón de la alcaldía. ¿Nadie se percató de lo tonta que tenía el candidato la mano en esa foto del cartel electoral? Fotos M. L.)

No hay duda. Son pamplinas de un manioso como yo. Otros años por estas fechas ya había yo dado la tabarra con lo de  guardar los edredones en el altillo del pasillo, tras recomendar una preparación para forrar los libros que ahora ya no tiene mucho sentido, si acaso hoy debería ser con pedir de regalo de fin de curso de una buena funda para el Ipad. También por estas fechas hablaría yo de la necesidad de que pinten los pasos de peatones antes de la feria, porque en tiempos en que Luis Movilla era el alcalde eso se hacía para prevenir las carreras de nuestros visitantes portugueses que venían masivamente a ver los toros, toreros y rejoneadores y a comer calamares y langostinos “a la bella vista” en la cafetería Rioen los tiempos de Juan Polanco, q.e.p.d.. Claro que entonces no había rotondas ni pasos elevados, aunque sí estaban como ahora los muñequinos del concejal José Antonio Polo (salud, ex concejal, ánimo compañero) y circulaban los conductores que no los respetaban, como sigue pasando ahora. Pero para todas estas cosas yo había depositado mi fe en la mano tonta del candidato a alcaldeFran Fragoso (¿a quién se le ocurrió la idea de aprobar aquella foto para los carteles de campaña, con la mano caida de Fran?) esperando que me nombrara un concejal de tonterías y resulta que no ha sido así y sólo me queda confiar en las alforjas que en campaña electoral llevaba Antonio Ávila, con los mecheros y las piruletas de la gaviota. Más que nada por ver si de esas alforjas salen algunos de los remedios que debe este Ayuntamiento aplicar  en Badajoz cuando hayan pasado los cohetes de la feria y la pólvora se haya ido río abajo, aguas abajo, bordeando lo que queda del caño de la Cambota, hasta allá porAlqueva.

(¡Felicidades, Juan, Juanes y Juanas!)

(Publicado en la edición impresa de HOY el martes, 23 de junio de 2015)

lunes, 8 de junio de 2015

Muy señor concejal mio, dos puntos:











(Varias imágenes de Badajoz y carteles de publicidad electoral, algunos de ellos pegados donde no estaba permitido por las normas elementales y por la más mínima educación)

    Querido señor concejal: 
    En los próximos cuatro años voy a tener el honor de ser representado por usted ante el Ayuntamiento de este lugar en el que yo pago mis impuestos. Si es que antes no da usted la espantá buscando una mejor situación (me resisto a escribir prebenda) o huyendo de la quema, si no le imputan, si no le pillan haciendo lo que no debe, va a tener usted la oportunidad única en su vida de dedicar su tiempo a los demás, de vivir esa apasionante aventura de quienes dejan de lado la familia, quizá los negocios, el tiempo libre, de quienes se agarran a la bandera del esfuerzo colectivo por causas sencillas que le voy a contar. Trabajará usted para que las luces de mi calle estén encendidas todas las noches, no como ahora. 
    Que los empleados de la limpieza sean eficientes y cobren un sueldo digno, que las calles estén limpias, que los perros hagan la caca en los lugares indicados o, en su defecto, en las puertas de las casas de sus respetivos dueños, no los putativos, sino los dueños reales.
    Que los adoquines no se levanten porque sí, que los semáforos funcionen, que los imbornales estén limpios, que los grifos nos den agua limpia todos los días, que los pasos de cebra estén pintados claritamente todo el año, que los municipales sean simpáticos y amables pero inflexibles, que los necesitados de la renta básica la reciban, que los niños que lo precisen tengan comedores gratuitos todo el año, que los aparcacoches dejen tranquilos a los honrados automovilistas que buscan un sitio para dejar su vehículo, que sean regadas las palmeras de la plaza de Conquistadores con el mismo derecho que todos los árboles de todas las esquinas de la ciudad, y que se abra el parking de una maldita vez, que en todas las barriadas haya vigilancia y atención policial, que no haya desahucios porque no sean ya necesarios, que no haya pactos secretos para repartirse los pasteles y las reuniones de ustedes sean con luz y taquígrafos y no en los reservados de los restaurantes, que hagan ustedes unos presupuestos justos que repartan con equidad las cargas y los beneficios para los contribuyentes, que haya una revolución cultural a base de conciertos de la banda, teatro, libros rodando por las calles, que no se levanten los asfaltados, que no se cierren bibliotecas, que tengamos si puede ser un Mercado Central, que se tire el jodido Cubo, que se salven el parque Ascensión y todos los parques, que igual en Gurugú que en las Cuestas,  en Suerte de Saavedra o en Llera o en el Cerro los vecinos tengan limpieza viaria, tengan plazas escolares en todos los centros, tengan policía, tengan seguridad, tengan autobuses, …
      Señor concejal: no meta usted la mano donde no debe pero vigile porque a su lado también puede haber un chorizo por mucha acta de concejal que él también tenga. Y recuerde que dentro de cuatro años, si no me he muerto antes, yo voy a seguir aquí con derecho a voto y usted se va a ir a la calle si no cumple con aquello para lo que nosotros le hemos elegido.

(Publicado en la edición impresa de HOY el lunes 8 de Junio de 2015)

jueves, 28 de mayo de 2015

Al parking le falta la póliza





Fue el genial Antonio García Orio-Zabala quien escribió una columna fantástica en este periódico, que se nos ha recordado decenas de veces a los que hemos pretendido seguir los pasos de aquel genial plumilla. Eran los tiempos del ¡Arriba España! y por entonces era preceptivo comprar en el estanco una póliza que se pegaba en cuanto documento oficial o simple instancia hubiese de circular por las siempre tenebrosas oficinas de la Administración. Orio-Zabala bromeó rozando el filo de lo permisible y si no estoy mal informado, aquello le costó un soberbio disgusto al entonces director, Campillo, que se sometió gustoso y divertido al castigo impuesto por el Jefe provincial del Movimiento y gobernador civil, porque el castigo –el corte de pelo, no sé si al “cero”- al final se volvía contra la ofendida autoridad, de quien todo el mundo después se pitorreaba por haber llevado tan lejos la defensa de su honor, el patrio honor que se decía. En aquellos tiempos los directores de periódico (los que tenían pelo) estaban sujetos a esas pequeñas dictaduras.
  Hoy, muchos de los cargos directivos masculinos de la prensa, la radio y la TV lucen como cabeza unas hermosas bombillas que harían imposible aplicarles el correctivo. (No me imagino yo a Cristina Herrera, la delegada del Gobierno, ordenando un corte de pelo así a Urbano García, el de la tele regional, por un quítame allá esos ultras futbolísticos). Tampoco tengo yo claro a quién corresponderá hoy aplicarle un correctivo por el descalabro causado en torno al parking de Conquistadores sobre el que parece que desde mañana mismo, en la última decisión que se le pueda imputar a la actual legislatura del gobierno municipal de Badajoz, va a haber una solución administrativa, después de la tira de años empantanado. Y no se han podido adoptar medidas para agilizar el proceso, precisamente por culpa de las trabas burocráticas. Porque al final de toda esta historia truculenta hasta podía resultar que si el parking no se ha abierto antes de ahora no ha sido porque le faltaban más permisos, más obras, más informes o más licencias…No.  Lo que le faltaba era la póliza.

(Publicado en la edición impresa de HOY el miércoles, 20 de mayo de 2015)




miércoles, 6 de mayo de 2015

Generación Imserso: de Chipiona a Colliure







A mis cortas luces que los que somos de pueblo tenemos muchos inconvenientes y bastantes ventajas. Entre los primeros, no haber visto el mar hasta la edad madura. Yo vi el mar por primera vez en las playas de Chipiona cercano a mis primeros 20 años. No me lo perdoné y por eso mi primera hija gozó aguas marinas con apenas tres meses, hace ya casi cuatro décadas. Ahora, pertenezco como muchos a la generación Imserso, a la misma que Alfonso Guerra criticaba cuando espoleaba contra la Ucedé bajo el lema de “¡qué buenos son, que nos llevan de excursión!”. Muchas personas en mi familia y en las de muchos lectores murieron sin ver el mar, la mar.
   Lo mío fue un viaje ansiado, una forzada presencia en el campamento Hernán Cortés de Chipiona, a donde había que ir por narices para refrescar los principios del Movimiento etc si uno aspiraba a poder sacarse el título de maestro después de tres años en la Normal de Magisterio de Badajoz. Por allí andaban como “mandos” (entonces no se decía monitores)Juan LeónManuel Mayorga Gerardo Alvarado(+) personajes hechos y derechos allá por el año sesenta y muchos del siglo pasado.
   Hoy, con la cartilla de jubilado en el bolsillo, he dispuesto junto con otros cincuenta y pico extremeños (tras once horas de viajes en autobús, tren y otra vez autobús) de otras posibilidades de acercarme al Mediterráneo, ese mar mágico, y de pasar por lugares tan emblemáticos como Calella, Barcelona, Figueres, Tossa, Canet, Arenys (jartos de trenes cada veinte minutos) y de cruzar la frontera en escapada fantástica hasta Perpignan y Colliure, palpando de cerca la losa que da reposo a los restos mortales de don Antonio Machado. Casi sin solución de continuidad, con el parénteseis de ese medio siglo mal contado, he pasado de Chipiona a Colliure llevando en mi equipaje las ilusiones jóvenes del campamento y de las playas de Regla hasta mis canas y calvicie incipiente en el mágico cementerio que entierra al admirado poeta, bajo banderas hermosamente republicanas.

(Publicado en la edición impresa de HOY el miércoles 6 de mayo de 2015)

lunes, 4 de mayo de 2015

Borrachos, ya, de amapolas



No sé si han llegado antes de tiempo, porque aún no se ve el trigo verde y de siempre se ha dicho que las amapolas acompañaban a los trigales por el camino verde que va a la ermita. O eso eran  las margaritas, ya ni lo recuerdo. El hecho es que el campo se nos está emborrachando de amapolas y a mi siempre que veo esos adornos rojos de nuestros campos se me llenan los ojos de Jesús Delgado Valhondo. Pacientes, flores de escasos días, viven más que las jaras, esas flores pegajosas que sí son de una sola jornada.
Pero las amapolas también fueron tocadas por la poesía de Jesús, que en un arranque de aquella espontaneidad suya las ensalzó y subió a la máxima categoría. Ya ni sé si lo habré escrito antes de ahora. Es la anécdota que vivió el maestro poeta al que tentaron y casi obligaron a meterse en política, aunque sólo fue por tapar unos huecos en las listas electorales, algo que ahora está de actualidad.

En aquel tiempo de la Ucedé Jesús, que fue concejal en Badajoz,  se vio obligado a intervenir en un mitín electoral, creo que con el incombustible Isidoro Hernández Sito. Le montaron en un coche y le llevaron a algún pueblo perdido en La Siberia extremeña y allí desgranaba Hernández Sito sus propuestas agrarias. Ante el lamento de los agricultores de la comarca con frases del estilo “qué vamos a hacer con el campo, esto es una ruina, qué sembraremos este año, el año pasado nos dieron una miseria por la cebada y los trigales”, Jesús pidió la palabra y se subió al escenario. Agarró micrófono y ante el estupor de unos y el regocijo de otros repondió a la pregunta unánime: ¿qué sembramos?. Jesús, todo poesía, replicó serenamente: “Amapolas. El campo extremeño hay que sembrarlo todo de amapolas”.

(Publicado en la edición impresa de HOY el martes, 28 de abril de 2015)

sábado, 11 de abril de 2015

¿Quién ha parido tantos gatos?







(Unos ejemplares de gatos que se me han puesto a tiro de cámara)

Un par de indígenas de Badajoz, como quien mira los muros de la patria mia, dialogaban contemplando el inclasificable e insoportable espectáculo de los ramajos y yerbajos que asolan la plaza de Conquistadores. “Aquí entran un par de vacas y en media mañana desaparecen todas las hierbas”, decían. Menos mal que alguien piensa no en máquinas sino en animales para buscarle solución a esta animalada de mantenella y no enmendalla con el susodicho ya renombrado parking de Conquistadores, el mismo que contra viento y marea sigue cerrado y por el que deambulan de noches gatos y algún perro abandonado. 
  También en las inmediaciones del Palacio de Congresos hay un gato perdido que mía y remía por las noches, por si encuentra un poco de calor humano más amplio que el que le pueden dar los integrantes de la Orquesta de Extremadura. “Miré los muros de la patria mía”, escribió ya Quevedo hace unos años, presagiando la inminencia de tanta desolación como pueden verse al contemplar la desidia con que nuestros prohombres están tratando temas que nos son tan cercanos, tapándolos con el concierto de clarinete, el invento del rap que se han sacado de la manga (ancha) los del hacemos, a los que se oponen los del tenemos, queremos, sabemos y se enfrentan a los que se lamentan de haber puesto poca piel y poca carne en el asador mientras se alisan el pelo luego de haber regado con abundante fijador para que no se les vean las greñas y para ocultarnos las patas de gallo y las arrugas que aspiran a seguir siendo una demostración de su perpetuación en el poder.
   Pero estábamos hablando de gatos y del asombro que me producen las docenas de mininos de todos los pelajes y tamaños que pululan al anochecer en las inmediaciones del Hospital  Infanta Leonor (no se llama así, pero todo podría pasar), en la explanada de la puerta principal, por la zona de la pista de aterrizaje, donde cada noche se dan cita decenas de estos animalitos salidos de no se sabe dónde. Dijeron en su día que los gatos estaban desapareciendo de Badajoz, atribuyéndolo a una explicación xenófoba relacionada con algunos restaurantes que no podemos tolerar. En fin, que dado que el Ayuntamiento no tiene vacas, podría hacer amplias redadas y encomendarle a los gatos la limpieza de la explanada de la Plaza de Conquistadores, lo que vendría a ser algo así como aliviar de malezas estos modernos muros de la patria mía aunque se nos llenen de gatos, los quejosos ganados de que hablaba Quevedo en su soneto. ( Cualquier parecido con la realidad, en lo tocante a tanto gato, partos, piel, desolación, desidia, patria, muros, etc.., es pura coincidencia )¡Miau!

(Publicado en la edición impresa de HOY el viernes, 10 de abril de 2015)

jueves, 19 de marzo de 2015

La trompeta, el número PÍ y la cabra



Ha vuelto otra vez a las calles de Badajoz el número de la trompeta, pero ahora viene sin cabra. Un trompetero muy repeinado y aparente llamado Antonio, un teclista de menos de 20 años que para mi es como el vaquerillo deGabriel y Galán y un par de palmeros que al tiempo que jalean al tio de la trompeta pasan la gorra entre los espectadores (¿a qué me recuerda todo esto, ahora que estamos ya en campaña electoral?). Andaban estos días atrás por la calle San Isidro y adyacentes e instintivamente me acordé de aquel trompetista afamado en Badajoz, Isidro, al que todo el mundo apodaba El Maceta, que hacía las delicias de los oyentes allí donde actuaba en solitario o con orquestas. El cantante Emilio Momi le recuerda con cariño, porque compartió con él numerosos escenarios y porque cuando se escuchan los cantes de España es imposible sujetarse el corazón. Bueno, pues el número de la cabra pero sin cabra es el llamado número pi (el de 3,1416 etc) y hete aquí que en la revista que ha editado la 51 Olimpiada Matemática Española, que se celebra este fin de semana en Badajoz y va a congregar en nuestra ciudad a los 77 mejores promesas de la Matemática española, aparece precisamente uno de sus trabajos con el problema de Monty Hall, que protagonizan estudiantes, tres puertas que se abren y se cierran, un coche y un par de cabras, justo las que no tiene el trompeta que jalea las calles de Badajoz y al que bien podrían seguir muchas de las ratas de alcantarilla de la ciudad si el jefe de la orquesta llevase un violín en lugar de una trompeta. Pero lo del jefe de la orquesta (ya saben todos ustedes quién aspira a serlo) ya es historia para otro día.



(Publicado en la edición impresa de HOY el jueves, 19 de marzo de 2015, día de san José y día del Padre,
según El Corte Inglés)

lunes, 23 de febrero de 2015

Cuidado, que hay ropa tendida









Lo peor era el picor en las orejas, el dolor en las rodillas, en los tobillos. Lo de las orejas eran sabañones, no había dudas. Y llevar una lata de conservas de pescado (mecachis, no me acuerdo de la marca, sí sé que había pintada o retratada una sardina esbelta o un boquerón, a saber) con las brasas arrancadas de la candela de casa, justo un momento  antes de salir, venía a ser como un consuelo en aquellas paredes sudorosas de mi escuela, mientras don Pedro Nieto Moralo, mi maestro, que por ahí anda desde su Zarzacapilla hasta tierras de Mérida, nos aleccionaba sobre cuestiones importantes, como las amebas, la función clorofílica, las andanzas de Don Quijote (que también), las libras los cuarterones y las arrobas (ya había arrobas, ¿qué se creen?) las lagunas de Ruidera, los afluentes del Guadiana, los cabos y las penínsulas, los quebrados, siete por nueve sesentaytres, los partidos judiciales, el Bierzo y La Maragatería, Tizona y Colaca, la Tierra de Barros…tiempos gloriosos aquellos que aún recuerdo mezclándolos indebidamente con la división (sí, división) comunitaria de ahora mismo.
Pero, a lo que iba, al frio que nos comía los huesos aunque ahora parece que fuera muchísimo más. En cuanto en una escuela se apagan los radiadores tenemos las protestas, el querer colgar al maestro como si él fuera el culpable y yo he visto a maestros asistir a clase con bufanda sin quitársela en toda la jornada porque al día siguiente había que volver y no había sustitutos. Allí, entonces, lo peor eran los sabañones, las orejas peladas, las narices rojas, los dedos llenos de padrastos. Había, a pesar de ello, un pequeño consuelo que no nos era dado a los chiquinos. Porque era necesario ser mayor para disfrutar del privilegio de los pantalones largos. Hasta que uno no tenía la edad debía acudir a la escuela, a la calle, con pantalones cortos y las niñas con faldita y si acaso unas medias de hilo. Es algo que no he conseguido explicarme nunca. Como tampoco que no nos pusieran gorras aunque algunas bufandas sí que había, las que nos hacían con los restos de las cortinas viejas, que calentaban pero nos arrugaban los cogotes hasta la exageración. Aquellos restos de las jaldas o de la tela de los colchones nos llenaban de sarpullíos y no había quien le pusiera remedio al problema, si acaso unos polvos talco o los de Azol, que servían para todo. Pero era la ley de vida entonces y yo debo recordar con añoranza aquellas fechas, aquellos hechos.
  (Este domingo pasó el afilaor y el lunes se nos ha muerto Fernando Serrano Mangas, cumpliendo la predicciones más funestas que había hecho Gloria, la mexicana asentada en el pueblo).

Encangallados bajo las sábanas

Terribles eran los fríos de mi pueblo, de aquellas noches en las que encangallados asíamos las sábanas con las manos apretujadas como para amordazarnos los pies, como si fuéramos las raíces de los alcornoques enroscadas.
Pero el tiempo no se para y ahí está la realidad que va superando todo lo presente, Con aquellos fríos vivíamos en el campo, de arriendo. En el cortijo de Las Navas que era de los Fernández Salazar y pasó  a otras manos. Allí el frio se nos comía en los pasillos aunque había una hermosa candela. Un gato malévolo se acostumbró a  comerse los huevos recién puestos por las gallinas y hasta los de una pava gansa que había por allí, haciendo el tonto y dejando caer los huevos donde le parecía. El gato pasó a mejor vida, se lo ganó a pulso, quién le mandaba a él. Estaban José Malpica, Luis Tijerilla, la Toribia, mi Toribia, José el de la Rabiosa, Félix el Caza. Y padre y madre, Francisco y Jacinta. Mis hermanos, mi hermana. Todos ellos raíces de mi infancia, bases de mi testamento vital que llevo ya muchos años empezando y no acabando de redactar. Con las higueras, con la alfalfa, con el maíz, con la oropéndola que mi padre me enseñó a distinguir. Con el perejil, con los balidos largos y profundos de alguna oveja, con las vacas rumiando alguna alfalfa. Esta era la vida.

Al calor de la candela, en la que tostábamos el pan para mojarlo en aceite joven, churruscaban las taramas. No había radios ni luces, más que la del candil. Ni bicicletas, ni balones, ni carnavales. Debía ser por Navidades porque ya el viejo casumbo olía a caballos de cartón, tal vez a turrón de Barcarrota, a caramelos. Llegó por aquellos días el petroman, lo último en iluminación doméstica. Pero no consiguió arrumbar el candil. No había dinero para velas, más que en los entierros de tres capas (el poder adquisitivo del difunto y sus deudos se medía por las capas de los entierros, una capa, dos capas, tres capas ya era el no va más, me contaba el monaguillo José Oñivenis). Ya hacia rato que se habían callado las gallinas y si acaso mugía alguna vaca porque pisó algún becerro y este replicó con un meneo a las ubres, pese a la hora. Pero en la oscura cocina se apagaban las últimas brasas. Nosotros dábamos quizás algún repaso al cuaderno de las tareas o a la pizarra y el pizarrín con que habíamos perpetrado las últimos cuentas, las sumas de arrobas y cuarterones para acostumbrarnos, por si de mayores nos hacía falta.
  Padre no se dio cuenta cuando preguntó otra vez mirando los zapatuchos amontonados.Y ahí fue cuando madre, atenta permanentemente, le dijo algo que no he olvidado. “Calla, que hay ropa tendida”. Yo quise mirar a la calle, donde se tendía la ropa, pero todo era oscuridad y yo no veía ropa tendida. Aquella noche iban a llegar los Reyes Magos para traerme un caballo de cartón. Hoy, más de cincuenta años después, he comprendido qué significaba lo de que hay ropa tendida. Ya no me pican las orejas ni me duelen tanto las rodillas. Hoy me preocupan otras cosas más que la ropa tendida.
Allí, en el cortijo de Las Navas, ronroneaban al anochecer las vacas, las gallinas, algunos perros y muchos grillos en los veranos, en esa extraña mezcolanza campesina que envuelve la vida en torno a los establos, por las escorrentías, a la sombra veraniega de las higueras, desafiando a las culebras entre el maizal, temiendo en las noches sin luces el canto de los cárabos, soñando con la posibilidad de la llegada de las lechuzas que nos decían que te echaban escupitajos a la cara y se te quedaba la marca de esas viruelas de por vida.…
Luego, pasando las hojas de calendario, he tenido oportunidad de decir muchas veces que hay ropa tendida refiriéndome a mis hijas, a mi nietos. Por lo general ha sido cuando hemos hablado de los Reyes Magos, que como todo el mundo sabe no son los padres, sino tres señores que llegaron trayendo oro, incienso y mirra y que aún siguen por aquí merodeando, aunque ya no entran por las chimeneas, sino por las ventanas de las casas que previamente se han dejado abiertas. Y eso de las ventanas es lo que me ha recordado otra vez las ropas tendidas, porque las veo a diario desde mi propia casa. En ocasiones he visto colgados al sol trajes carnavaleros. Otras veces, en algunos ventanales generalmente de patios interiores, hay un pantalón solitario, que se tira allí días y días. He podido averiguar una pillería sobre un sospechoso y solitario pantalón, que parece no secarse nunca o que el dueño ha olvidado o deja cada noche para que se oree. Eso si es que es de hombre, porque podría ser de mujer. El que yo he visto es de hombre y me contaron que era el del ganadero que acudía a ver a su amada y que esta lo dejaba allí colgado para que otros amantes quedaran avisados de que había un hombre en la casa. Lo que se dice ropa tendida, sin más.


Publicado en la Revista oficial de Carnaval del Ayuntamiento de Badajoz, febrero de 2015.

jueves, 29 de enero de 2015

Después de que pasa el afilaor








(En las fotos, algunas imágenes recientes y otras no tanto de calles de Salvaleón, por las que transitó Fernando, el amigo que se nos fue. Fotos M. LÓPEZ)

 En la mañana del domingo 18 pasó por las calles de mi pueblo el afilaor. Lo moderno ya es que el afilaor no vaya con su bicicleta y se detenga a afilar cuchillos y tijeras que le entregue la gente, valiéndose de los pedales y la piedra de afilar. Ya el afilaor acude en coche, con un pequeño motorcillo y es la casette del vehículo, con una música grabada, la hace que suene esa melodía tan conocida, que nos recuerda que llega ese artista de los cuchillos y las tijeras. Creo que  a mucha gente esta música le trae malos recuerdos. Por eso Gloria, la mexicana asentada en Salvaleón, torció el gesto cuando oyó la música. “Mala cosa es”, dijo. “Vamos a tener una muerte segura”. Y así fue. Al día siguiente se nos murió Fernando Serrano Mangas, cuyos restos mortales ya reposan en Salvaleón, su pueblo y el mio.  
Fernando era un personaje inevitable en el paisaje porrinero, asentado al terreno, como las encinas. Desde su infancia, desde sus aventuras y correrías por la calle Santa María, donde nació, soñó galeones y pecios lejanos, hasta hacerse un hueco importante en el panorama de los investigadores españoles. Hijo de José Serrano el electricista, con su aire socarrón y de intelectual despìstado, ejerció sus numerosas habilidades investigadoras y se ganó el aprecio de quienes le conocieron y tuvieron la oportunidad de escuchar sus agudas observaciones sobre cuanto le rodeaba. Entre sus travesuras de juventud destacó la edición y publicación de una revistilla que hacía a mano y editaba a base de fotocopias. Su nombre, “El Achacoso”, da idea del espíritu satírico que le caracterizaba, un espíritu que acompañó toda la vida de su autor. Tengo que confesarte, Fernando, que con esta visita última llevo ya perdida la cuenta de las veces que el afilaor ha pasado cerca de mi vida. Y que no quiero oírlo más.

(Publicado en la edición impresa de HOY el miércoles 28 de enero de 2015)




viernes, 2 de enero de 2015

¡¡ Sóplala otra vez, Woody !!




Un gato inocente pasea en los patios exteriores del Palacio de Congresos de Badajoz, el lugar en el que Woody Allen ofreció su concierto de jazz en Badajoz el 30 de diciembre de 2014. Foto M. López





Es muy probable que Woody (tal vez el patrocinador de las llaves Allen) no diera crédito a lo que se le posponía entre sus gafas de pasta y la cruda realidad allí presente. Nada menos que el presidente y el alcalde de esto, que le daban la bienvenida a la city  mientras él tiraba la piedra y escondía el clarinete, sin saber si darles la mano o el instrumento a quienes con tanta generosidad le han abierto las puertas de Badajoz para que reposara sus posaderas en el Palacio que llaman de los pocos Congresos (y ojo, Manolo Sosa, que lo montó el PSOE y lo sé). 
  Y lo que desconocía el clarinetista aventajado, como un moderno flautista de Hamelin, es que no iba a ser transportado hasta Badajoz en tren, para poder deambular por los pasillos, sino en un avioncillo más o menos apañaíto mientras aquí unos cuantos nos habíamos ido a la Estación de tren esperando que llegase en  unAVE que se nos resiste, día tras día. YWoody, mientras soplaba el clarinete, miraba a lo lejos dentro del Palacio de Congresos y en algún plasma por allí camuflado podía ver cómo Mariano Rajoytodavía presidente del Gobierno, jaleado por sus correligionarios, proclamaba que toda la cornisa cantábrica queda desde este momento conectada por autovía, algo que merece el aplauso y las felicitaciones de quienes aún tenemos carreteras no tan fantásticas y por ello queremos agarrarnos como a un clavo ardiendo a las promesas del AVE… para el 2020.
  Ajeno a todo ello, el cineasta sigue soplando sin que algunos asombrados críticos de este montaje sepamos o podamos aún explicarnos de quién ha sido esta ocurrencia (sostiene Pereira y sostiene Martin Tamayo que hay unConsejero de Ocurrencias y no le falta razón) de traer a un señor de New Yor ka soplar a Badajoz haciéndole pasar por Mónaco para después llevarle al Liceu de Barcelona a más es Mas, en avión y sin AVE todavía. Eso sí, pagándole. A vé…


(Publicado en la edición impresa de HOY el 2 de enero de 2015)