sábado, 11 de abril de 2015

¿Quién ha parido tantos gatos?







(Unos ejemplares de gatos que se me han puesto a tiro de cámara)

Un par de indígenas de Badajoz, como quien mira los muros de la patria mia, dialogaban contemplando el inclasificable e insoportable espectáculo de los ramajos y yerbajos que asolan la plaza de Conquistadores. “Aquí entran un par de vacas y en media mañana desaparecen todas las hierbas”, decían. Menos mal que alguien piensa no en máquinas sino en animales para buscarle solución a esta animalada de mantenella y no enmendalla con el susodicho ya renombrado parking de Conquistadores, el mismo que contra viento y marea sigue cerrado y por el que deambulan de noches gatos y algún perro abandonado. 
  También en las inmediaciones del Palacio de Congresos hay un gato perdido que mía y remía por las noches, por si encuentra un poco de calor humano más amplio que el que le pueden dar los integrantes de la Orquesta de Extremadura. “Miré los muros de la patria mía”, escribió ya Quevedo hace unos años, presagiando la inminencia de tanta desolación como pueden verse al contemplar la desidia con que nuestros prohombres están tratando temas que nos son tan cercanos, tapándolos con el concierto de clarinete, el invento del rap que se han sacado de la manga (ancha) los del hacemos, a los que se oponen los del tenemos, queremos, sabemos y se enfrentan a los que se lamentan de haber puesto poca piel y poca carne en el asador mientras se alisan el pelo luego de haber regado con abundante fijador para que no se les vean las greñas y para ocultarnos las patas de gallo y las arrugas que aspiran a seguir siendo una demostración de su perpetuación en el poder.
   Pero estábamos hablando de gatos y del asombro que me producen las docenas de mininos de todos los pelajes y tamaños que pululan al anochecer en las inmediaciones del Hospital  Infanta Leonor (no se llama así, pero todo podría pasar), en la explanada de la puerta principal, por la zona de la pista de aterrizaje, donde cada noche se dan cita decenas de estos animalitos salidos de no se sabe dónde. Dijeron en su día que los gatos estaban desapareciendo de Badajoz, atribuyéndolo a una explicación xenófoba relacionada con algunos restaurantes que no podemos tolerar. En fin, que dado que el Ayuntamiento no tiene vacas, podría hacer amplias redadas y encomendarle a los gatos la limpieza de la explanada de la Plaza de Conquistadores, lo que vendría a ser algo así como aliviar de malezas estos modernos muros de la patria mía aunque se nos llenen de gatos, los quejosos ganados de que hablaba Quevedo en su soneto. ( Cualquier parecido con la realidad, en lo tocante a tanto gato, partos, piel, desolación, desidia, patria, muros, etc.., es pura coincidencia )¡Miau!

(Publicado en la edición impresa de HOY el viernes, 10 de abril de 2015)