jueves, 31 de marzo de 2016

Patrulla canina en Badajoz


(Ahí debía haber una baldosa completa, en la calle Agustina de Aragón, en la puerta de mi casa, en el número 6. Pero hace meses que no está. Y mi Ayuntamiento, al que pago todos los impuestos, no se ocupa de reponerla. Consecuencias: Un mes de férula y sin poder apoyar el pie en el suelo. El alcalde y sus concejales estaban hoy con chaqueta y corbata de celebración en Carrefour. Lucían bonitos, hermosos. Y la baldosa, como muchas más en cientos de puntos de Badajoz, sin reponer. Así es la vida. Lo que no sé es para qué lado está mirando la oposición. La leal oposición.
Foto de servidor de usted).


Eran un maestro experimentado y un par de peones. Con un motocarro y una carretilla iban siguiendo los apuntes que el manijero municipal les había dado. Calle a calle, esquina a esquina, por Las 800, por Castelar, por el Gurugú o el Cerro, por Santa Marina, por cualquier lugar donde hubiera en las calles un roto o un descosido. En la carretilla llevan cemento, arena, resillas, baldosas, la paleta, un martillo, tal vez alicates y alambre, una cántara de agua... Tras de ellos las aceras iban quedando de dulce, los baches taponados, las baldosas cada una en su sitio. Hasta en Urgencias del hospital notaban que algo estaba pasando porque se reducía como de la noche a la mañana la lista de pacientes que acudían cargados de torceduras y esguinces. Esta patrulla canina que recorría Badajoz con su carga de soluciones aliviaba en mucho las erupciones que a diario sufre cualquier pueblo, cualquier ciudad, víctima del paso de vehículos y personas por los acerados que a menudo estaban levantados sobre chapuzas monumentales. Badajoz no sólo ha perdido la fe, sino también los remedios y las soluciones. Debe ser dificilísimo y requerir varios master para que los responsables políticos del arreglo de la ciudad (los concejales a fin de cuentas marcan las líneas a los técnicos) tomen las medidas oportunas para acabar con la desidia de nuestras calles. Agujeros, cagadas de perros, baches, desconchones, más cagadas de perros, señales retorcidas, papeleras arrancadas, luces que no funcionan... Va a haber que recurrir a Chase, Marshall, Rocky, Zuma, Rubble, Skye y Everest, la auténtica patrulla canina de la tele, porque si esperamos que la solución venga de los regidores que nos hemos dado... Por si acaso, permanezcan atentos a la pantalla.

Publicado en la edición impresa de HOY el jueves 31 de marzo de 2016


Las vacas y los sapos del alcalde



Rara será la mañana en que el alcalde se plante a desayunar y no deba llevar bien atados los machos para ver qué sapos ha de tragarse escuchando la radio o leyendo la prensa, aunque muchos ya los vendrá rumiando desde el día y la noche anteriores. Que si un montón de municipales de baja por enfermedades propias del servicio o de las inclemencias del tiempo, que si los bomberos amenazando con montarle una huelga para las ferias, que si el Cubo sigue en pie de guerra, que si está parada la apertura del parking del lejío de los chinatos, que si la reforma del Campillo, que si se le cae a cachos la Alcazaba, que si Puerta de Trinidad es azotada por el temporal, que si vuelven a destrozar con pintadas el hornabeque, que si el fuerte de San Cristóbal es de nuevo víctima del vandalismo, que si hay que levantar por la vez número setenta veces siete el ancauzamiento del caño de la Cambota,... Esto de los sapos me recuerda mucho a las animaladas que se suceden habitualmente en torno al despacho del alcalde, como la que vivió el otrora alcalde Luis Movilla, quien se topó de frente y por derecho con un titular que le dedicamos hace muchos años.
Eran entonces tiempos de intensa actividad en el Matadero municipal y en una ocasión fueron llevadas unas vacas hasta allí para ser sacrificadas. Pero las vacas salieron del camión y emprendieron veloz huida por el El Nevero en lugar de dirigirse al túnel por donde querían los matarifes. Las vacas debieron decirse lo mismo que dicen los machas de San Roque cuando salen por la mañana dispuestos a comerse el mundo, “vamos a Badajoz”. La estampìda vacuna, que no pasó de la anécdota, nos dio pie a escribir que “las vacas del pueblo ya se han escapao, riau, riau riau”. Mi compañero Enrique García Calderón se tiraba por el suelo de la risa al ver que yo conseguí para mi curriculum personal escribir aquella frase: “Las vacas de Movilla se han escapao”, hazaña que nadie ha podido repetir. Ahora a Fragoso se le aparecen cada mañana las filas de sapos y me imagino que no conseguirá espantar a los dichos batracios, por más que se esfuerze al subirse al taburete para mirarse en el espejo y ver si se ha colocado bien ese dìa la cara de alcalde.

Publicado en HOY, edición impresa, el lunes 7 de marzo de 2016