martes, 1 de noviembre de 2016

El Guadiana, preso del amanecer


Y ahí están las márgenes aún somnolientas, los patos retozando, el bullicio que llega aún siendo un festivo en la ciudad. El rio no conoce esas fronteras entre el día y la noche, entre el horario viejo y el horario nuevo. Se solaza y discurre. Y junto a él rayos del sol violentos entran desde el Este, inundando las laderas y los cerros. El Guadiana se siente preso del amanecer y se deja mecer por las primeras luces. Algunos patos extrañarán la hora, quizá libélulas desconcertadas, tal vez gorriatos extrañados de la magia del nuevo día. Desde aquí, desde los paseos del Guadiana, se oyen las pesadas nueve campanadas del reloj de la catedral, entre cuyas sillerías se cobijarán los canónigos cantando maitines o lo que toque, según diga el ritual de su santa doctrina. Más cerca, bocinas de conductores desesperados alertarán al incauto que se atraviesa en la rotonda.
  Todo esto se planta ante mis ojos y huyo de los sonidos escalofriantes de las ambulancias que caminan presurosas al Infanta buscando donde depositar al herido, al herniado, a la parturienta desesperada, al ciclista atropellado. Acaso sobrevuelen aviones cargados de becarios del aire, que buscan el título, romper si pueden la barrera del sonido, soñar con bengalas y con disparar sus cañones haciendo cabriolas al cielo. Gallos y gallinas de la barriada de Las Moreras han cantado mucho antes que los canónigos y todos juntos conforman un coro universal que concita gritos, luces, ecos, aires, silbos de pájaros desorientados, atletas aficionados que rebajan calorías en los paseos sorteando a los barrenderos, máquinas recogedoras de basuras y de hojas muertas, el camino indeseado hasta el Tanatorio... Y al lado, la vida que pasa: El afilaor, María que llevo patatas y nueces y naranjas nuevas, la furgoneta que desprende el olor inconmensurable del pan caliente, castañas, las nueces, los Tosantos, claveles para el cementerio... Es la vida y los rayos del sol que esperan poder calentar mañana a los muchachos y muchachas que acudirán al Instituto, al expoliador de las papeleras, al desvalido que busca entre los contenedores un cacho de pan o unos hierros para llevar a la chatarrería de Bru. Sí, la vida no es lo que está en las tribunas o en los oropeles ni en las estadísticas siquiera. La vida es esto. El Guadiana preso del amanecer y solo esto, sin acentos.

(Publicado en la edición impresa de HOY el miércoles 9 de noviembre de 2016)