lunes, 10 de diciembre de 2018

Apósitos en el Infanta



HE dado por terminada una corta estancia hospitalaria de ocho días con sus noches (¡qué insoportablemente largos son los días y las noches en un hospital!). He sido huésped del centro sanitario del consejero Vergeles en la carretera de Portugal, sin que él lo haya sabido. Varias horas de quirófano con un equipo dirigido por el cirujano Florencio Monje, que viene a ser ya algo así como mi segundo padre. Varios días de Reanimación con sus noches. En los ratos de lucidez y de búsqueda de respuestas (¿por qué yo?) he recordado mis inicios laborales, frescos aún aquellos últimos exámenes de carrera, por los años 80 y pico del siglo pasado. Mi entonces jefe de Redacción, Ruiz de Gopegui, me enviaría a curtirme en el oficio periodístico informando de un pleno de la Diputación, con Chano Pérez de Acevedo de presidente, cuando me di de bruces con la cruda realidad. Se iban a aprobar unas partidas de bastantes miles de duros (años 80, recuerdo) destinados a dotar de apósitos al Hospital Provincial San Sebastián y al Psiquiátrico de Mérida y yo me dije: Pero esto, ¿qué es lo que es? ¡Qué atrevida es la ignorancia!, admito ahora, cuando he asistido al impagable trabajo en los quirófanos y he visto la labor de enfermeras y enfermeros quitándome, limpiando y reponiendo apósitos en mi maltrecho cuerpo (reuniéndolos en uno solo a todos ellos y ellas, pongo en su nombre a mi enfermera Amelia Gragera), he comprendido el significado de aquellos puntos en el Orden del Día de las sesiones de la Diputación a los que los diputados daban el visto bueno sin pestañear y a los que yo despachaba con par de frías líneas de texto en las páginas de HOY. Gracias, hoy, a quienes aún sin el suficiente reconocimiento social, desde pinches y pinchas hasta responsables máximos de los quirófanos, hacen posible esta sanidad que tenemos y que merece mi emocionado agradecimiento. ¡Más apósitos!

(Publicado en la edición impresa de HOY el lunes 10 de diciembre de 2018)



lunes, 5 de noviembre de 2018

Camalote creciendo patrás






No sé si fue una corazonada, pero cuando vi que el estropajo azul (bueno, la esponja, es casi lo mismo) que uso en la ducha se había vuelto verde empecé a sospechar que alguien había metido la mano en mis pertenencias. Pero al agarrar la esponja y echarle un poco de gel comprobé que sí, que era verde y que parece que crecía como si estuvieran naciéndole hilillos que poco a poco se iban estirando y se me engarzaban en la mano y pasaban al brazo. Luego sentí un cosquilleo en los pies y vi que parecía que del desague salían más hilillos verdes, como los que se habían apoderado ya de mis brazos. Recordé que había leído a Allan Poe este verano y empecé a desear que todo fuera mi imaginación, que me estaba jugando una mala pasada. ¿Y si estuviera sucediendo lo que soñé noches atrás, cuando vi que el camalote en lugar de seguir aguas abajo del Guadiana en dirección al azud y enfilando a Alqueva se daba la vuelta atrás y empezaba a remeterse a mano contraria por el caño de la Cambota en dirección a la avenida de Santa Marina, a San Roque, a la Estación, al Cerro Gordo, a todos los sitios que desprenden las aguas sucias de todo Badajoz? Y el camalote, cual planta maléfica, empezaba a crecer patrás, a irse a buscar todas las cañerías y bajantes y a meterse en las casas, subiendo pisos, sorteando sifones, apareciendo en los desagues de las lavadoras, en los de las cocinas, por los bajantes de las aguas de lluvia, entrando a los baños y hasta saliendo por los grifos de los que tomamos el agua para beber, para cocinar, para hacer los biberones, para elaborar los cubitos de hielo... Aterrado empecé a mirar las calles que vierten sus aguas al rio, por si la planta invasora hubiera decidido poner a prueba también las aceras, salir de los imbornales, visitarnos en nuestras casas riéndose de todos nosotros, de la Confederación del Guadiana, de la Delegación del Gobierno, de la Diputación, del Ayuntamiento... No, no fue un sueño, el camalote y el nenúfar aún estaban allí. 

(Publicado en la edición impresa de HOY el 5 de noviembre de 2018)

domingo, 21 de octubre de 2018

Que no se moje la leña



Admito ahora la visión de futuro que tuvo el entonces alcalde de Badajoz, Gabriel Montesinos, cuando al ser preguntado por el uso que se iba a dar a la Plaza de Conquistadores dijo una frase que servidor agarró como muletilla para todo. Dijo que aquella plaza no era más que “un lejío de chinatos”. Se demostró al final que iba a ser acertado dar los pasos a favor de la instalación en la plaza de El Cortes Inglés, eliminando los chinatos, aunque sus rivales políticos de entonces encabezaron manifestaciones con las pancartas de “yo también (¿o no?) quiero la plaza”. Durante unos años, hasta que vino don Isidoro a inaugurar El Corte Inglés con Rodríguez Ibarra, aquello siguió siendo un lejío de chinatos. Hoy ya no lo es aunque a veces, cuando se ven las sucesivas chapuzas que se hacen sobre la plaza con las baldosas, como con la calle Menacho, uno se pregunta si en efecto aquello sigue siendo un lejío, aunque ya no haya chinatos. Fue la del “lejío de los chinatos” de Gabriel Montesinos, una frase feliz que pasará a la pequeña historia periodística de Badajoz, como lo va a ser la que se ha sacado de la manga Juan López Lago, reportero dicharachero de este periódico, que hace días se refería al cuidado que hay que tener de que no se moje la leña, lo que sin duda entendemos los que somos de pueblo y los que tienen una parcelina, con una casina, en la que hacen una candelina para asar la chacina y calentar la cocina (y ya está bien, no hay más ina). Porque no es solo tener el campito para echar un rato los fines de semana sino que hay que cuidar de los cientos de cosas que implica, como vigilar que cuando se ponga a llover no le dé el agua a la leña o el chalé se llenará de humo al primer cerillazo. O esa nueva preocupación de los dueños de estos lugares con la instalación de los contadores inteligentes, que las eléctricas han implantado y que cortan la luz a todo vecino que se pase en el consumo de las potencias contratadas. Las eléctricas van a lo suyo, a vé…

(Publicado en la edición impresa de HOY el viernes 19 de octubre de 2018)


martes, 3 de julio de 2018

El Guadiana como excusa







Más de 7 kilómetros de caminos a lo largo del Guadiana permiten gozar del paseo en la margen izquierda del rio 


Pongamos que podremos escribirle y hablarle a Badajoz con el Guadiana como excusa. Como si no fuera necesario recurrir a otros argumentos, a otros motivos, a otras palabras. Es el Guadiana y no hay nada más que hurgar en el recuerdo ni en las vivencias de los pacenses. El Guadiana, ese rio que nos lleva, que nos ha acompañado siempre, a veces traicionero (¿quién no ha oido hablar de las pozas del rio?, las que tantas vidas se han llevado), ocasionalmente furioso, hoy enfermo por esa planta que lo invade, alegre con las ferias por las luces y el estallido de miles de cohetes que acabarán ahogándose en sus aguas, al caer tras haber vivido una engañosa subida hacia el cielo.
Ese rio que ha inspirado a los poetas, como los tres extremeños que presiden los accesos en la obra artística de Martínez Giraldo, quien dio forma a sus cuerpos para depositarlos allí se supone que por los años de los años. Según destaca "trianarts.com", Manuel Pacheco detalló que "mi rio tiene nombre de mujer y se llama Guadiana"; a su lado Luis Alvarez Lencero confesaba que "sólo tengo un corazón tan grande como el Guadiana". Y Jesús Delgado Valhondo, que nació en Mérida y murió en Badajoz, ambas ciudades tan vinculadas al Guadiana, dejó escrito su homenaje a "el Guadiana, con falda siempre llena de cielos".


Las barcas de Vera, las sardinas de Cadenas...
Las márgenes del río, tan solicitadas en otros tiempos (las barcas de Vera, la sardinas que hacía Cadenas, vaya recuerdos...), tan revisitadas por quienes nos hemos moceado en sus inmediaciones, reciben ahora por suerte el reconocimiento de unos poderes públicos que sin embargo parece que están faltos de diligencia a la hora de erradicar la planta invasora que nos está matando el rio, en una lenta agonía a la que quisiéramos ponerle fin con unas aguas limpias y cristalinas, que permitan el baño, la navegación y , sobre todo, la vida animal de cuantos peces deberían habitar en el fondo y de cuantas aves sobrevuelan el cauce.
Al menos, y en ello quiero centrarme, se han dignificado las márgenes y los poderes públicos, organismos e instituciones con responsabilidad en nuestro rio, han echado el resto para ofrecernos a los pacenses unos paseos agradables y cuidados, aunque haya gamberros incívicos que se empecinan en destrozar lo que es de todos, sin obtener ningún beneficio. Contra esto debemos luchar y bueno sería que se mostrasen en lugares bien visibles los teléfonos a los que debemos llamar para denunciar cualquier atropello que se cometa con el patrimonio de todos.
La obra de la margen izquierda se completó con cierto retraso sobre los calendarios previstos, pero ha merecido la pena esperar. Más de 17.000 metros cuadrados de césped, 10.000 metros cuadrados de superficie arbustiva, casi mil árboles de especies variadas, entre ellas el roble australiano, la morera sin fruto, el cedro, el almez, el falso plátano, más de 50.000 arbustos, entre ellos olivilla, lantana, mirto, romero, hiedra y otras variedades ya aclimatadas en Badajoz y arraigadas en los arroyos cercanos de la ciudad, el Rivillas y el Calamón. Según publicó en su día el diario HOY, con estas actuaciones Acuaes, la entidad responsable de la salvación del rio o al menos de su regeneración, logra habilitar un recorrido ajardinado y a orillas del Guadiana de más de cinco kilómetros desde las inmediaciones de Carrefour hasta el Puente Real, al que dan continuidad otros 2,5 kilómetros hasta el azud. Y no solo ha sido el ajardinamiento, sino que además al paseo de la margen izquierda se le ha dotado de senderos peatonales a lo largo de todo el trazado, con hitos señalizadores de distancias para orientación de los aficionados a caminar, quienes pueden ser vistos prácticamente a lo largo de todas las horas del día haciendo sus rutas, algo que en verano ya no será tan frecuente debido a las altas temperaturas.
Como colofón, cabe destacar que cientos de escolares han acudido en los días de fin de curso a disfrutar de estos lugares y a vivir algo tan importante como es el contacto con la Naturaleza en nuestro rio. Ojalá prenda en ellos la semilla del amor a la Naturaleza y se aficionen no solo a disfrutarlo sino, sobre todo, a defenderlo y cuidarlo, porque por encima de todo hay que salvar el rio.

(Publicado en la revista oficial de ferias del Ayuntamiento de Badajoz, junio 2018)

sábado, 9 de junio de 2018

Yo solo pasaba por aquí



Me tengo dicho que desde la llegada del móvil empezó la degeneración de esta civilización. Yo vi a mi nieto Juan deslizar los dedos sobre la superficie de una foto como quien hoy hace lo mismo sobre una tablet o la pantalla de un Ipad. ¡Si hasta Mariano, sí, ese, el presidente, se aferra al plasma como solución para no dar la cara y hacer como que comparece! Digo lo del móvil a mi pesar, porque hace unos días el cacharrino que llevo en el bolsillo me escribió, sin yo decir ni tuje ni muje: "Has completado los diez mil pasos de la ruta de hoy, desde La Marisma al Carrefour de Valdepasillas. Te has parado en Clideba, has entrado al baño, has ido al mostrador a pedir cita para el médico, has tomado café en el bar Astoria en Sinforiano Madroñero, has retrocedido hasta el Mercadona de la Plaza de las Américas, te has detenido cinco minutos en una librería no identificada por este servidor, has seguido hasta una tienda de azulejos, has pasado ante La Cubana 2 (no sé pá qué te has parado ahí, me dice mi móvil, si el local lleva un año cerrado...), has estado sentado o en posición similar cerca del Instituto Domingo Cáceres (que no, que no voy a matricularme, le escribo ya bastante amoscado), has pasado al lado del Banco de España, te has detenido varios minutos ante el concesionario de Peugeot, has atravesado hasta el Colegio de Médicos (ilustre, ha mandado escribir su presidente en la fachada) luego te has parado en el bar El Rocio y ha salido la china a saludarte (hola, guapo, ¿quieres un café?), te has encontrado mirando las paletas loncheadas en la tienda Castillo de Azuaga de la calle República Argentina y ya, dispuesto a estampar el telefonino contra el suelo, este te ha preguntado si vas a comprar jamón y menos mal, te ha dado la opción de contestar: "No, sólo pasaba por aquí, hoy no tocaba ver los gansos del Guadiana". Y he pulsado SÍ. Y lo he apagado antes de pedir aliviado un café en Los Valencianos. !Qué castigo, qué cruz!

(Publicado en la edición impresa de HOY el miércoles 16 de mayo de 2018)


viernes, 20 de abril de 2018

Cada uno con su ganso


Acabo de encontrarme en el buzón un hermoso regalo. Un libro. Nada menos que un libro para un día como hoy, 23 de abril, el Día del Libro. Desde Sevilla, donde se jubilea, el nogaleño José Antonio Ramírez Lozano sigue dando rienda suelta a su imaginación, fabulando. Ahora es “El camello de oro”, una divertida historia que bien pudiera estar asentada en las cercanías de su y mi Sierra de Monsalud, por donde vagué de chico cerca del cortijo de Los Madroñales, por el arroyo de la Pata la Mora, por el pilar de las Cobarteras, por los cercados de Las Navas, por la Bejarana Siete Vientos que me sigue llamando a cada paso que doy.

Las de este libro no son historias urbanas de un Badajoz que nos sorprende cada día, ora con el reparto de los gansos, ora con las excavaciones que se hacen en el asfaltado de Sinforiano Madroñero y, si preciso fuera, ora pro nobis. Este es un libro hermoso, de los que agrada que te pongan en las manos, porque van más allá de una pura y sencilla creación literaria, porque encierra en sí vivencias y sobre todo, imaginación a raudales, como la que nos está faltando en muchos aspectos de nuestra vida, sea en la política, en la enseñanza, en las artes, en el devenir diario. Aquí no salimos de las rutinas, del y tu más, de cerrar una feria y abrir otra parecida al mes, de enzarzarnos por la pintura del suelo o por el color de las banderas, de hacer cada día más rotondas, de ver a quién le echamos la culpa de los baches de nuestras calles y carreteras... Por eso, en un día como hoy, se hace más necesaria la presencia de los buenos libros, como este de Ramírez Lozano, que vienen a sembrar un poco de cordura en esta sociedad preocupada por que a nadie le falte llevar su ganso bajo el brazo.

(Publicado en la edición impresa de HOY el lunes 23 de abril de 2018, Día del Libro)

lunes, 12 de marzo de 2018

Que tengo mucha plancha

El Guadiana, a su paso por Badajoz, en la mañana del lunes 12 de marzo. Una pena lo que está pasando con el Jacinto de agua este que nos ha caido en desgracia. (Foto M. LÓPEZ)

Con tres hijas y una madre, todas por suerte trabajando (incluida la madre, en casa), es difícil acusarme de machista o misógino. Es por ello que cuando dije la última vez, “Genoveva, dame cuarto y mitad de garrapatos para un puré, venga, que tengo mucha plancha” no entendí que me miraran horrorizadas mujeres que tenía a mi lado y a las que atendía Emilio Gamito, que me miró con sorna. En mi frutería de cabecera en Badajoz, en la Plaza del Pirulo, se oye de todo y más en días como el de ayer, de la mujer trabajadora e internacional. La primera vez que dije “yo he tocado con Los Pekenikes” también me miraron con la simpatía del que cree que le estás contando una bola, pero si cuela, cuela. Y claro que era verdad, como que mi amigo José María López Navarrete, profesor jubilado en las escuelas Virgen de Guadalupe, fue una temporada bajista de Los Ángeles, los que cantaban “Mañana, mañana”. O que yo mismo, para no ser menos que Rodríguez Ibarra, también tengo un puente con mi nombre, puente de Manolo, en el pantano de Nogales, para darle celos a Tomás Martín Tamayo que, ¡uy lo que me ha dicho!, me ha llamado asqueroso y menos mal que no me ha lanzado el improperio ahora más temible, el de ganso del Guadiana. O gansa.

Pues que, como te iba diciendo, que en estos tiempos los hombres también podemos ser amos de casa y lo mismo que está demostrado que hacemos mejor el gazpacho, también podemos poner nuestros esfuerzos en las tareas del hogar. Hay otras cosas que se nos resisten, como lo de enhebrar la aguja o hacer submarinismo. A mi esposa acaba de darle el alta de su operación de cataratas el fabuloso doctor Juan P. Torres. Con toda su buena fe, le ha dicho: "ya puedes hacer submarinismo". Así que cuando vaya a la frutería podrá decir “Geno, date prisa que tengo que irme a hacer submarinismo con los gansos del Guadiana”.

(Publicado en la edición impresa de HOY el viernes 9 de marzo de 2018)

lunes, 22 de enero de 2018

Gansos ¿para tomar o para llevar?



Con estudiada parsimonia bajó del noble caballo, que relinchó molesto al sentir que era atado sin contemplaciones a las puertas mismas del vetusto establecimiento. Se sacudió, orgulloso, el polvo del camino. Vestía un terno comprado en las rebajas de Primark. El fulano apestaba a sudor, pese a los esfuerzos del desodorante de barra que se había aplicado, lo que multiplicaba el efecto pestífero o pesticida. Se ajustó el sombrero cordobés, ay mi sombrero, y empujó los postigos atravesando la entrada al cuchitril. Como suele suceder en estos casos, su sombra, alargada como la del ciprés, se proyectó sobre el entarimado en el que hizo sonar sus botas y rechinar las espuelas. Una pizarra, frente al cliente, pregonaba las exquisiteces culinarias de la casa. El enjuto mojamuto del camarero le esperaba silbando, haciendo como que sacaba brillo a unos vasos también comprados en las rebajas.
-¿Qué va a ser?, preguntó el sirviente.
-Un palacio quemao le escupió a la cara el forastero.
Cansado el sol de tanto y tanto caminar, el viajero miró a la pizarra dejando el colt aún humeante sobre la cochambrosa barra. La tablucha se rodeaba de otras advertencias, entre ellas un hermoso “Hay sebos vivos” remarcado con pintura de color rojo.
-¿Sin más?, preguntó el enjuto.
-Quiero también una tapa de vestigios y una ración de gansos.
-¿Para tomar o para llevar?
-Los vestigios caerán aquí, pero los gansos me los llevaré al puesto que tengo allí.
No hubo más. El forastero calló y fuese, cual flautista de Hamelin. El enjuto se quedó dormido y cuando despertó los gansos aún estaban allí.
(Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).

(Publicado en la edición impresa de HOY el 19 de enero de 2018)