(Por estas esquinas de Salvaleón, cerca de la calle El Medio, cabalgaban mis Reyes Magos, los que me trajeron una mandarina y algún caballo de cartón y un Cine Nic, todo ello en distintos años. Y, en la otra imagen, un Papá Noel que ocupa hoy el lugar de los reyes, el frutero Emilio Gamito que es quien me trae ahora las mandarinas y lleva los regalos a su familia. Ahí está Emilio, como un rey).
Soy un enfermo nostálgico, quizás irrecuperable. Adoro a quienes vibran con la añoranza por los buenos momentos vividos, en fechas tan sembradas en mi como la noche de Reyes. Quizá sería por el sonido imaginario de los cascos de los caballos en las noches frías en la alcoba cercana a la esquina de la Calle El Medio, con una sencilla mariposa que bailaba alumbrando sobre el aceite en un plato mil veces bollado y hollado, una mariposa que agigantaba en los pasillos las sombras de los bultos de padre o madre que pasaban por allí preparando la bienvenida a los Reyes y a sus pajes, poniéndoles quizás un polvorón o una perrunilla.
Prolífico, entusiasta y contundente conferenciante, el cátedro Fernando González Pozuelo me ha narrado que hace muchos años preguntó a unas viejitas en un pueblo de La Siberia extremeña qué recuerdo tenían de un regalo, el mejor, del día de Reyes. “¡Una naranja!”, cuenta que le dijo una anciana arrugada, con brillo en la mirada. Y pone él también su entusiasmo particular al contarlo a su clase en la Universidad de los Mayores en Badajoz, donde ocupo un asiento. ¡Una naranja! La anécdota me inunda de recuerdos, me llena los ojos de las imágenes que he vivido. Lo mio fue una mandarina. Y un caballo de cartón. Y también algún globo inexplotado atado a una botella de las afamadas gaseosas Curusan (Custodio Ruiz Sánchez, de Burguillos del Cerro, para servirle) o el lagarto de mazapán enroscado que fabricaba Marabel en Barcarrota, con aquellos alfileres negros de cabeza gorda que no eran sino sus inquietantes ojos. Me harán un daño inmenso si algún día me roban mi noche de Reyes o si me impiden que mi gente más cercana pueda soñarla y después vivirla y disfrutarla.
(Publicado en la edición impresa de HOY el jueves 5 de enero de 2012, el día que termina con la Noche de Reyes)