Las escaleras de acceso a la Escuela Normal, que tantas veces subimos entre los años 1967 y 1969. Cerca, los naranjos y los paseos de Santa Marina. (Fotos, M. LÓPEZ)
NO
solo es que no hubiera pizarras electrónicas, sino que estaban
pendientes de inventar. No es que no hubiera calefacción ni aire
acondicionado, es que ni se sospechaba que pudieran llegar algún día a las aulas. A lo lejos se adivinaba que algún día el maestro
podría salir a la pizarra y pintar la palabra dictado
con tizas de colores. Hasta entonces, a lo más que aspìrábamos era
a imaginar en color las cigueñas que don Isauro
Luengo
quería enseñarnos a pìntar, entornando los ojos y mirando a la
pared como si uno fuera un oriundo de la lejanísima y comunista
China.
Era
el año 69, hace 50 años, y una parva de estudiantes y estudiantas,
rozando los 20 años, aspirábamos a salir del ya entonces viejo
edificio de la Escuela
Normal en
la Avenida de Santa Marina de Badajoz con el título de maestros de
primera enseñanza bajo el brazo, previo reválida y paso obligatorio
por los campamentos de Chipiona
o Puente
Zuazo.
El Servicio Social en la niñas también era obligatorio y juntos y
juntas formaríamos la primera promoción en la que ya no era pecado
que chicos y chicas asistiéramos juntos a las clases, excepto a las
de Educación
Física,
faltaría más.
Ahora,
50 años después, aquella promoción se ha empleado a fondo en el
watshapp para volver a juntarnos y celebrar la pervivencia de las
ilusiones juveniles. En ello estamos, festejando que ya hay pizarras
electrónicas y calefacción en las escuelas y tizas de colores en
las manos de nuestros nietos.
(Publicado en la edición impresa de HOY el lunes 14 de enero de 2019)