miércoles, 28 de octubre de 2009

Paz. Lo suyo es volar.




Otra que se va. Por poco tiempo, parece, pero se va. Volando. La vida es una sucesión de vuelos. El de los primeros pasitos en los que la niña escapa buscando en la calle, en el parque, en el campo, un horizonte nuevo... ahí es nada, descubrir que sus pies la llevan a donde quiere, ahora a la derecha, ahora salto este charco, ahora me caigo, ahora me levanto. Más tarde, averiguar y afirmar que puede lucir un vestido nuevo, que es capaz de alisarse de otro modo el pelo, que puede saltar a la comba, que va a ponerse unos guantes, un gorro, un sombrero gracioso que la hace distinguirse de las otras... Diseñarse más tarde incluso sus propias camisetas, sus bolsos. Y soñar con pajaritos que ahora sólo pían pero mañana cantan y vuelan, como a ella le gusta hacer, volar siempre volar. Y pintar. Crear con su imaginación primero, con sus manos después, plasmando en el papel o en el lienzo todo cuando le bulle en la cabeza, lo que desborda su imaginación. Echa sobre el papel ovejitas de colores, siembra los tejados de chimeneas, me coloca en mi sillón con un vaso de leche y el viejo pañuelo doblado, atrapa de cualquier jardín un hibisco y lo deposita a los pies de mamá, coge el bolso de Kate, se escapa hasta Tucson o hasta Vigo, es arrastrada por un delincuente en una calle anónima de un barrio sevillano, escapa con el pensamiento hasta Arizona, se desentiende de todo volando hasta Canarias, se sube al Atomium y a la torre Eiffel, se jura que irá a Berlin, recorre Amsterdam y se emociona jugando con una caracola o pintando a sus hermanas en Isla Canela, convive con niños en las calles de pequeñas aldeas italianas, se asienta en Mondariz, se relame ante el chocolate o los mules de Bruselas, ... Volar, volar, lo suyo es volar y lo nuestro asistir atónitos sin poder hacer nada por impedirlo, porque a este pajarillo no se le pueden cortar las alas. Como a todos y como a ninguno.