martes, 1 de febrero de 2022

¿Dónde estarán el gitano y la cabra?

Yo me pregunto dónde estarán todos ellos, el gitano, la cabra y la trompeta. A la cabra, ¿se la habrán comido? Solían aparecer en Badajoz por Santa Marina alta a media tarde, en la zona del barrio que en mis años jóvenes definimos como La Colmena, por lo apretujado de los bloques de pisos. Por la calle Médico, calle Boticario (Rafael Lucenqui y Francisco Luján) , la hoy Plaza del Pirulo… En los días de aplausos a los sanitarios a las 8 de la tarde ya no aparecieron los gitanos (Rafaé, Manolillo, “la” Dolores o “la” Lola) ni la cabra. Ya no montaban el estaribé de sus actuaciones, con la cabra en lo más alto de la escalera haciendo piruetas a cambio de un miserable cacho de pan o un trozo de lechuga o una zanahoria repasada. Ya no sonaba el “¡¡¡que viva Ehpaña!!!” ni Paquito el Chocolatero lograba que cayera un plátano (antes, ¡ay!, de la catástrofe de La Palma) desde los balcones o alguna moneda de escaso peso (¿y qué sería de la pedigüeña que rogaba “una monedita, anda, guapo, dame una monedita”?). Como tantas vidas, como tantas ilusiones, como tantas esperanzas, la pandemia se llevó por delante al gitano, a la cabra,  a la escalera, a la trompeta. ¿Qué harían con la cabra? Porque el destino de la cabra, como el del pavo, la gallina, el conejo saltarín… no es otro que acabar en la cazuela, como dice el refrán, “ave que vuela, a la cazuela”.

Con la carne de cabra se podrían hacer buenos guisos con patatas, aunque a mi me pega que la cabra que hacía los bolos en Badajoz debía tener ya las carnes duras y eso que según leo por ahí, resulta que es una carne cuyo consumo no está prohibido para los humanos por ninguna religión.

Ha pasado el tiempo de la visita del gitano con Manolillo, que se modernizó y ya acudía demostrando mucha destreza musical con un órgano de mala muerte pero que atronaba  los espacios abiertos en la plaza de Santa Marta gracias a una batería que era portada sobre un carrito. Un órgano electrónico que incluía su caja de ritmos y sus sonidos de batería chimpún, con el que Manolillo hacía virguerías, una pericia que imagino le llevaría a acompañar a alguna orquesta verbenera de esas que con mucha dignidad proliferaban en las fiestas de la patrona del pueblo en verano y que ya casi han desaparecido.

Pero, de todo esto, a mi lo que me preocupa no es otra cosa que el presente y el futuro de la cabra. Otros andan pensando en las listas electorales, si estaré o no estaré, cada uno a lo suyo, a vé…