miércoles, 31 de diciembre de 2014
lunes, 29 de diciembre de 2014
La pájara de Badajoz
A mis cortas luces que no debe haberle hecho gracia a ella que Joaquin Sabina haya dicho que le dio al acabar el concierto un ramalazo de miedo escénico, un pastora-soler.
Sin duda que no es plato de gusto que a alguien le pase lo que sucedió al de los diecinueve días y las quinientas noches, pero después de sus muchas noches en vela, y de cantar a Chavela, no es de extrañar que le ocurriera eso. En el argot ciclista se emplea otra expresión para describir situaciones parecidas, que es la que podríamos aplicarle a Badajoz -la capitalina, que dice Alonso de la Torre-, a la que de cuando en cuando se le aparece una pájara que a esta ciudad de los miles de fantasmas le cuesta quitarse de encima. Ayer mismo, martes, iba servidor por el casco antiguo para celebrar mi sesenta y muchos cumpleaños (sí, hijo, sí) y puede comprobar que los mismos defectos y los mismos vicios siguen presentes, aunque ya hay menos coches en doble fila, porque el fotomatón ese de coche con ruedas impone un respeto.Pero seguimos viendo cacas de perros, conductores que no respetan los giros prohibidos a la izquierda, tablones y maderas al lado de los contenedores arrojados por desaprensivos, bolsas de basuras escondidas en los bajos de los coches, socavones y tuberías reventadas como las de Ciudad Jardín… Sigue sin haber un cartel en los contenedores que diga a qué horas está permitido tirar la basura, siguen cruzando sesentones y setentones con bastón por el lugar en el que no están los pasos de peatones, lo mismo en Carolina Coronado que en Ricardo Carapeto que en Fernando Calzadilla… No quiero una ciudad tomada por la Policía, pero a veces se les echa de menos en la calle y parece que se hubieran ido todos a espantar la pájara de esta capitalina a la que yo no cambio por ninguna otra.(Publicado en la edición impresa de HOY el 19 de diciembre de 2014)
viernes, 5 de diciembre de 2014
Amaina, pero no se va
Este cartel no tiene nada que ver con la historia. Si lo traigo aquí es para informar de lo fácil que resulta prohibir en este país. Estaba a las puertas de un local cerca de la Estación de Autobuses de Badajoz (Foto M. L.)
Una
vez le oí a mi compañera periodista Merche
Barrado una frase que me hizo sonreír: “Dios aprieta pero no suelta”,
comentaba socarrona ante la que estaba cayendo ya por aquellos tiempos (después
ha caído más, sin duda, y que se lo pregunten a ella). Traducido a otros
lenguajes y a otros campos, puede decirse que el personal suele acordarse de un
callo (de los de los pies) mientras le duele y mientras “dios aprieta pero no
suelta”. Cuando le quitan el callo, el paciente empieza ya a preocuparse por
otras cosas. Algo así nos pasa en Badajoz: A saber, tenemos abundantes callos
en la ciudad y no estoy pensando en ningún concejal. Pero callos buenos son el
problema del paro; la no extensión de la renta básica; la buena gente que está
sin vivienda propia y sin techo bajo el que cobijarse; los agobios de los
administradores de los comedores sociales que reclaman más ayudas (aunque esto
hay que mirarlo con generosidad, pero con lupa); otros temas podrían ser
menores como las calles sin asfaltar, el agobio por la falta de aparcamientos, la
escasez de antenas parabólicas, los baches, las cacas de los perros, el
botellón, los escándalos de algunos pisos de estudiantes, el parking de Conquistadores, la lenta agonía de las
palmeras de ese presunto parking que el alcalde Fragoso va a rescatar presuntamente para la ciudad.
Acostumbrado a emborregarme de cuando en
cuando con la tele, soy de los apasionados con la información del tiempo y por
eso sigo de cerca cuanto se refiere a los fenómenos adversos y el temporal.
Aparte de que se despìden asegurando “volvemos a las nueve, una menos en Canarias”, del temporal largan diciendo
que amaina, pero no se va (en fin, que él no se va…).
(Publicado en la edición impresa de HOY el viernes, 5 de noviembre de 2014. Nihil obstat)
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