Este cartel no tiene nada que ver con la historia. Si lo traigo aquí es para informar de lo fácil que resulta prohibir en este país. Estaba a las puertas de un local cerca de la Estación de Autobuses de Badajoz (Foto M. L.)
Una
vez le oí a mi compañera periodista Merche
Barrado una frase que me hizo sonreír: “Dios aprieta pero no suelta”,
comentaba socarrona ante la que estaba cayendo ya por aquellos tiempos (después
ha caído más, sin duda, y que se lo pregunten a ella). Traducido a otros
lenguajes y a otros campos, puede decirse que el personal suele acordarse de un
callo (de los de los pies) mientras le duele y mientras “dios aprieta pero no
suelta”. Cuando le quitan el callo, el paciente empieza ya a preocuparse por
otras cosas. Algo así nos pasa en Badajoz: A saber, tenemos abundantes callos
en la ciudad y no estoy pensando en ningún concejal. Pero callos buenos son el
problema del paro; la no extensión de la renta básica; la buena gente que está
sin vivienda propia y sin techo bajo el que cobijarse; los agobios de los
administradores de los comedores sociales que reclaman más ayudas (aunque esto
hay que mirarlo con generosidad, pero con lupa); otros temas podrían ser
menores como las calles sin asfaltar, el agobio por la falta de aparcamientos, la
escasez de antenas parabólicas, los baches, las cacas de los perros, el
botellón, los escándalos de algunos pisos de estudiantes, el parking de Conquistadores, la lenta agonía de las
palmeras de ese presunto parking que el alcalde Fragoso va a rescatar presuntamente para la ciudad.
Acostumbrado a emborregarme de cuando en
cuando con la tele, soy de los apasionados con la información del tiempo y por
eso sigo de cerca cuanto se refiere a los fenómenos adversos y el temporal.
Aparte de que se despìden asegurando “volvemos a las nueve, una menos en Canarias”, del temporal largan diciendo
que amaina, pero no se va (en fin, que él no se va…).
(Publicado en la edición impresa de HOY el viernes, 5 de noviembre de 2014. Nihil obstat)
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