lunes, 11 de julio de 2011

Manuel, ¿qué cuento te contaré?


A Manu y Esther, que han sembrado felicidad en nuestras vidas con este inmenso regalo.

Es seguro que varias manos como las suyas cabrían hoy en una sola mano mia. He querido acercar mis dedos a sus manitas y con un desparpajo increíble (¡sólo 5 días de vida, tan solo!) se ha aferrado a mi y ha agarrado mi dedo y ya me ha atrapado para siempre. Una mano en la que mandan aún los pliegues del recién nacido, una mano que tiene ante si toda una vida, una mano hecha para acariciar y ser acariciada. Será una mano fuerte, decidida, animosa, una mano formada y lista para empujar, para recibir en su palma los surcos que le vaya marcando la vida.
He imaginado sus manos protegiendo los pequeños tesoros que la vida irá poniendo en ellas cada día: cada vez que capture un pájaro, se llene de arena en alguna playa, derrame agua bajo un grifo, acaricie el cabello de su madre, empuñe un lápiz para esbozar el dibujo de una nube o un sol o la luna. Verás, Manuel: cuando seas mayor (no como yo, hombre, sólo un par de años mayor que ahora) tu y yo nos agarraremos de la mano. Ya habrás levantado unos centímetros del suelo, algunos más de esos 48 que ahora mides. De la mano iremos andando con tus pasos ya un poco asentados. Iremos por las calles de Torrelodones o mejor aún por allí por La Jara, por La Bejarana, por el camino del Monte, por donde sea. Podemos ir al bosque sagrado de los alcornoques de La Bejarana, junto a las encinas de La Jara, entre los higuerales de la cuesta de Salvatierra, por la cuesta Marin, por el Puente Real, cerca del azud o por Las Alameas o Los Sortines o Los Canchos, o aquí junto a tu casa de siempre, la que ha cobijado tus primeros sueños, tus desvelos, en La Barranca o paseando junto a la rotonda del Dedo Gordo , (ya verás cómo rien tus primos de Badajoz, Rubén y Jara y Ricardo, cuando se lo cuente), que a alguien se le ocurrió el nombre para ese pedrusco de tu pueblo que nos marca el camino a los que nos vamos... en fin, iremos donde tu quieras. Nos haremos unos cuantos metros de camino, yo te hablaré quedo y tu querrás coger piedras para espantar a un pardal, a un jilguero que nos revolotea travieso, o se te irán los ojos tras un gato, o te asustará el ladrido de algún perro. Te cansarás, del camino y de que todos los pájaros huyen cuando nos acercamos, de que tras un momento de tener empuñadas en tus manos unas amapolas estas se mustian y pierden color y vida. Pedirás sentarnos en cualquier piedra del camino y te abrazaré con mis manos grandes, agrietadas frente a las tuyas suaves, como de algodón. Si te dejas, te sentaré en mis piernas y te propondré: ¿quieres que te cuente un cuento? Vamos a ver, Manuel, un cuento de una oveja que bala asustada porque ha perdido a su madre, se ha distanciado del resto del rebaño y teme que algún animal mayor le haga daño. Un oveja que corretea ajena al peligro y ve llegar amenazante un perro... No, mejor te contaré un cuento de un gato que quiere jugar con un pájaro o mejor te contaré un cuento de una niña con bucles de oro en el cabello, que te ofrece su mano para que la ayudas a cruzar un humilde regato de agua. O te contaré un cuento de una letra M (de Mamá, de Mano) que anda perdida por los campos buscando a sus hermanas que se le han perdido, que persigue desesperada a una letrita A (de Amor, de Aire) que antes la acompañaba siempre, junto con una letrita N (de Nariz, de Nubes algodonosas) agarrada a la letrita U (de Uñas que nacen en tus dedos, de Uvas de una hermosa cosecha), todas ellas pegadas a la E (de Esperanza siempre) que vuelan tras la letrita L (de Luz, de siempre mucha Luz), que es una locuela que brinca y se escapa de sus hermanas y también se pierde de ellas. Te contaré, si no, un cuento de una Nube que es transportada feliz por el viento, que la lleva de la montaña al mar, de una nube que sobrevuela bosques, montañas, desiertos, mares, de una nube graciosa que a veces descarga agua sobre unos niños como tu que juegan en un prado, de una nube que es acariciada por águilas que vuelan libres, por milanos que se cobijan en ella de un sol abrasador que les persigue, de una nube que les permite cubrirse y escapar de un viento huracanado... ¡Tantas cosas tengo que contarte, Manuel! ¡Tanto tengo que decirte! ¡De tantos secretos tenemos que hablar! ¡Tanta vida tienes tu aún que enseñarme, que enseñarnos! Ven, Manuel, puedes caerte, vámonos, vuelve, camina saltando a mi lado, dame la mano.

4 comentarios:

Jota dijo...

Y le contarás cómo corrías por esos campos, y cómo corría su Madre junto a tí, y cómo se puede amar lo que se lee.
Enhorabuena.

la niña dijo...

¡Qué suerte tiene Manuel de tener un abuelo que sabe expresar de un modo tan sencillo,cosas tan bonitas.Solo hay que juntar letras como las de la sopa que le haria su bisabuela...pero hay que saber hacerlo.Besos

José dijo...

Que siga Manolo, tu mano, con este bellísimo texto, cobijando el vuelo de su vida.
Mirad debajo del brazo que os trae más felicidad.

Paco dijo...

Lolo,siempre he sabido que escribias muy bien, pero que hagas que se me "salten las lágrimas",eso no,no lo tenia previsto.Un abrazo, muchas felicidades y espero que me lo presentes.