viernes, 12 de octubre de 2012

San Roque y la pizarra, la tiza, la vida

Algunos alumnos de aquella promoción de Guadalupe, el pasado día 6 de octubre

He tenido en mi vida la inmensa fortuna de ser maestro, de ejercer mi primera profesión en las Escuelas Virgen de Guadalupe en Badajoz, aunque eran otros tiempos y los equipos directivos eran quizá más humanos. Y siento tener que decir que antes eran más humanos que los de ahora. En mis inicios profesionales del Magisterio, que después abandoné, yo aprendí con una treintena de chiquinos a ser maestro.
  No me llamaban profesor, sólo y nada menos que maestro. Y eso es lo más importante, me han dicho ahora aquellos chiquinos a los que acogí como tutor allá por el año 1971 del siglo pasado. Sus padres, en su mayoría sanroqueños machas de Badajoz, los depositaban a nuestro cuidado para que tratáramos de moldearlos, de hacer que supieran enfrentarse al mundo. Aquella fue una promoción maravillosa, con chiquinos que enseguida aprendieron a encararse a la pizarra, a la tiza, a la vida. Hacíamos dictados llenos de uves y bes manifiestamente enrevesados, con equis y con haches entremezcladas como las de los desahuciados, los harapientos, la hipotenusa o los inhábiles.
  Eran tiempos de mapas mudos y copiábamos textos inmejorables -yo quise que leyeran-, ora Juan Ramón, ora Valhondo, ora Federico, hasta Kipling... respirábamos el aire puro de San Roque en Badajoz, mientras el señor Pedro nos impedía entrar y salir por la puerta principal (Carretera de la Corte, 117, ponía en los sobres y los cuadernos de notas), nos reíamos con el señor José al que decíamos El Turco sin que entonces estuviera mal visto llamar a alguien sarraceno. O el Hermano Muro poniendo esparadrapos y dando mercromina a Clemente Sansinena o Paco Cidoncha que se habian 'encontrado' .
  Vivía Pepe el del bar (¿y su niña, aquella niña, dónde estará?), en su local que luego compró la Caja de Ahorros de Badajoz. Y la señora Felisa, que nos vendìa las galletas de coco que me compraban Pepe Balsera o José María Solís o las medias lunas tan resabrosas... No había autobús, el Bar La Esquina era de verdad una esquina con su mostrador alto hasta que llegó Amancio, el Bar Club era la casa de Don José, Berna su hermano sonreía con la cara eternamente colorada en el Bar Sevilla o el Bar Madrid, el campo de fútbol era un barrizal increíble sin luz de noche, El Mudo andaba por allí queriendo besarnos a todos, llenándonos la cara de baba y con cuánto cariño me acuerdo de él y de sus besuqueos, benditos fueran y fueron (¿qué fue de él, lo sabe alguien?).
  Todo aquello fue una oportunidad única de aprender a ser maestro, gracias a aquella treintena de chiquinos que hoy están a punto de entrar en el medio siglo, benditos todos ellos, unos con más fortuna en la vida, otros con menos,... Sanroqueños de lujo, eso es lo que todos ellos fueron y a los que nos sumamos los que llegamos de fuera (José Luis López Rojas llegó desde Granada) para aprender en Badajoz, en este San Roque tan humano, tan macha, tan nuestro. Sólo una palabra en mayúsculas: Gracias. Vosotros sí sois maestros.

(Publicado en la edición impresa de HOY el viernes 12 de octubre de 2012)

2 comentarios:

Paco Centeno dijo...

Gracias Manolo, maestro y periodista, por tenernos en cuenta. Un abrazo

Gregorio Galán dijo...

Fue un auténtico placer compartir ese ratito con los compañeros y con vosotros los maestros, daros las gracias por vuestra presencia que realmente fue importante para nosotros. Un abrazo