domingo, 13 de octubre de 2013

Salvar el pingüino de Santa Marina








  Trabajos de desmontaje del pingüino, al que puede verse ya en el suelo descansando en la acera del local. (Fotos M. L.)


 Debió ser aproximadamente en el siglo pasado, si mi memoria no me falla otra vez. Estaba Luis Ramallo reinante (no gobernante, porque no tenía sobre qué gobernar, no como ahora  que se le llena la boca al personal cuando dicen mi Go-bi-er-no) y tan mal lo pasaba el primer presidente preautonómico que hasta tenía que pedirle un coche prestado a la Diputación o al ayuntamiento de Badajoz. Allí, en lo que era una especie de sala de estar, se montó sobre un rincón su mesa de despacho y unas cajas de cartón eran sus primeros archivadores. El despacho no tenía ni alfombra y yo creo que hasta la luz iba a 125, aunque ciclón Luis Ramallo pasaba en velocidad de esa cifra, por su entusiasmo contagioso. Antonio Bueno Tinoco de Castilla fue su primer interventor y un ex coronel familiar su primer secretario. Ponían su buena voluntad. Y en esas estábamos cuando yo, insensato de mi por mi poca edad, me sumé a quienes pedían que se derribase el edificio del que fue Seminario a mediados de ese siglo y que sucesivamente acogió Biblioteca, sala de exposiciones, escenario teatral en los patios… hasta que fue sede de la Junta Preautonómica. Aunque aquel edificio de la Plaza de Minayo vino a caerse por sus atenores de puro viejo y fue derrumbado para construir lo que hoy es el aparcamiento subterráneo y la Plaza, entono mi mea culpa por haber fomentado el derribo, desde mis cortas lunes. Por eso hoy me felicito de que se haya salvado algo tan simple como un pinguino de cerámica que adornaba la fachada de lo que fue una carnicería en la avenida de Santa Marina, en honor el fundador de las carnicerías llamadas genéricamente “Los Pinguinos”. Después ha sido local  de compra de oro y parece que la cerámica del pingüino feliz va a poder volver a campar a sus anchas en un nuevo negocio para el que sus responsables quieren mantener ese simbólico pingüino, en honor del fundador de esta dinastía. Menos mal que no ha habido ningún loco como yo que haya pedido que tiren el pingüino a la basura. Así que, antes de que se me olvide,  pido perdón una vez más. 

(Publicado en la edición impresa de HOY el miércoles 9 de octubre de 2013)

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