Trabajos de desmontaje del pingüino, al que puede verse ya en el suelo descansando en la acera del local. (Fotos M. L.)
Debió ser aproximadamente en el siglo pasado, si mi memoria no me falla
otra vez. Estaba Luis Ramallo
reinante (no gobernante, porque no tenía sobre qué gobernar, no como ahora que se le llena la boca al personal cuando
dicen mi Go-bi-er-no) y tan mal lo pasaba el primer presidente preautonómico
que hasta tenía que pedirle un coche prestado a la Diputación o al ayuntamiento
de Badajoz. Allí, en lo que era una especie de sala de estar, se montó sobre un
rincón su mesa de despacho y unas cajas de cartón eran sus primeros
archivadores. El despacho no tenía ni alfombra y yo creo que hasta la luz iba a
125, aunque ciclón Luis Ramallo pasaba en velocidad de esa
cifra, por su entusiasmo contagioso. Antonio
Bueno Tinoco de Castilla fue su primer interventor y un ex coronel familiar
su primer secretario. Ponían su buena voluntad. Y en esas estábamos cuando yo,
insensato de mi por mi poca edad, me sumé a quienes pedían que se derribase el
edificio del que fue Seminario a
mediados de ese siglo y que sucesivamente acogió Biblioteca, sala de
exposiciones, escenario teatral en los patios… hasta que fue sede de la Junta
Preautonómica. Aunque aquel edificio de la Plaza
de Minayo vino a caerse por sus atenores
de puro viejo y fue derrumbado para construir lo que hoy es el aparcamiento
subterráneo y la Plaza, entono mi mea
culpa por haber fomentado el derribo, desde mis cortas lunes. Por eso hoy
me felicito de que se haya salvado algo tan simple como un pinguino de cerámica
que adornaba la fachada de lo que fue una carnicería en la avenida de Santa
Marina, en honor el fundador de las carnicerías llamadas genéricamente “Los Pinguinos”. Después ha sido local de compra de oro y parece que la cerámica del
pingüino feliz va a poder volver a campar a sus anchas en un nuevo negocio para
el que sus responsables quieren mantener ese simbólico pingüino, en honor del
fundador de esta dinastía. Menos mal que no ha habido ningún loco como yo que
haya pedido que tiren el pingüino a la basura. Así que, antes de que se me
olvide, pido perdón una vez más.
(Publicado en la edición impresa de HOY el miércoles 9 de octubre de 2013)
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