(El vagabundo de F. Calzadilla, liándose un cigarro a base de colillas recogidas en la calle. Al fondo, su equipaje a las puertas de lo que fue una oficina de Caja Extremadura, el lugar que usa para dormir y lo hace a cualquier hora del día, cuando la cerveza surte efecto. Foto: M. L.)
Hace unos años se nos murió un alemán que más que gritar, graznaba cerca de
la estación de Autobuses. Nadie le entendía y no sé qué fue de él en sus
últimos días. Y ahora, un día de estos, se nos van a morir un par de vagabundos
que pululan por las avenidas Fernando Calzadilla y Saavedra Palmeiro (¡qué
ironía, las llamamos avenida y sólo son un cacho de calle!). El que ha tomado
por sede un portal de algún comercio abandonado, en Saavedra Palmeiro, con sus
mantas perfectamente dobladas y sus enseres en un carrito de Carrefour, parece
un poco más cívico por el trato a los paseantes. Igual de desgraciado es el de
Fernando Calzadilla, aunque este pasado lunes golpeó con su litrona el paraguas
de una mujer que se acercaba a hacer la compra al Eroski. Entre risotadas,
ajeno al respeto, este mostrenco acostumbra a acosar al personal que pasa por
Calzadilla, especialmente a las mujeres. Ahí ha depositado su humanidad enorme
y sus reales. Se ha llamado a la Policía local, han acudido, se lo han llevado
a la Unidad de Psiquiatría del Infanta tras rescatarlo de los techos de varios
coches y a la media hora ha reaparecido gritando, salvaje. Lo siento. Este
señor se merece que alguien se ocupe de él. Y por eso yo denuncio desde aquí al
concejal de Seguridad Ciudadana (¿lo hay, no?), al Jefe de la Policía Local y a
los municipales que pasan a diario buscando coches aparcados en doble fila y no
se percatan de los ciudadanos que andan aguantando la doble fila de los que
duermen en portales, a donde los hemos arrojado entre todos.Y me denuncio
también a mi porque seguramente no he hecho todo lo que debía por resolver el
problema de este ser humano que está bebiendo litronas desde las 8:15 de la
mañana y durmiendo como si fuera un salvaje al lado de lo que en su día, ¡vaya
ironías de la vida!, fue la sede de un banco bueno, hasta con su cajero
automático para meter las tarjetas salvavidas de todos, menos de este ser
humano. Y yo me acuso el primero (Y pronto, elecciones, ¿eh?)
(Publicado en la edición impresa de HOY el miércoles 2 de abril de 2014)
2 comentarios:
Le felicito por su publicación. eso deberíamos hacer todas las personas y así funcionarían mejor las cosas
Gracias, amigo, por su sensibilidad y por tomarse la molestia de escribir este comentario. Muy amable por su parte. Un cordial saludo
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