jueves, 1 de diciembre de 2022

Papá, ven en barco por el Guadiana


La del alba sería (Cervantes, lo admito) cuando entré, armado de valor, hasta el supermercado. La cajera me miró desde la honda lontananza y no me dijo “buenos días” sino algo más prosaico: “¿Ponemos bolsita, caballero?” (Sí, pensé yo, a 17 céntimos en el Día y a 15 en El Corte Inglés, qué te parece). Pasé el arco voltaico (cómo me acuerdo de mis colegas columnistas ilustrados que a todo le sacan punta,  Plácido Ramírez Carrillo, el galeno Agapito Gómez Villa, el funcionario proactivo Diego Algaba, el ex jefe de bomberos Fernando Bermejo) y aquello -el arco, digo- empezó a pitar como el tren de Chamizo (el tren, esa es otra, queridos canallas) y yo sin poder ponerle remedio al pitido constante pensé de inmediato en el nenúfar del Guadiana y supuse que si algún día perforan y encajonan el maltrecho rio y lo hacen navegable hasta Sanlúcar de Barrameda, ya desde el primer momento saldrá con retraso. O no arrancará, que no sabemos si los maquinistas de los barcos serán tan “eficaces” como los de la Renfe (no es “Renfe” sino “ten fe”, debería decir su publicidad). Y en ello estaba cuando se me fueron las ideas hasta la aventura de ese padre que se gana la vida fuera de nuestras fronteras y quiere volver a casa en tren, como el turrón, a celebrar el natalicio y esas cosas. La cajera, a todo esto, pensaría al mirarme que a dónde irá el viejo este, sin jeíto, arrastrando los pies con esas zapatillas  y esa gorra portuguesa, vaya  pinta el hombre. Y yo, que intuí su pensamiento, me miré y me acomplejé y hasta (para, por, según, etc) me compadecí de mi mismo porque miré los muros de la patria mia y, zas, se me vinieron cuerpo a tierra los palos del sombrajo, que es eso que se cae siempre cuando para el dolor propio (menuda piltrafa de redacción me está brotando) no hay alternativa humana y menos de la otra. Y en la alternativa humana inexistente sigo preguntándome hasta qué altura habrá subido hoy el precio de la leche, la semidesnatada, que es la mia. Porque espero que un día baje, menudo optimista estoy hecho. Menos mal que la leche me la venden en su propia caja, que va incluida en el precio y no me cobran los 17 céntimos de la bolsa… Anda, agila palante y sube al barco, que nos vamos al Guadiana y no hay más turrón (aunque siempre nos quedará Castuera).

Publicado en la edición impresa de HOY el 26 de noviembre de 2022)

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