jueves, 26 de marzo de 2009

Martín Tamayo y el tío de la palangana


“Bombín es a bombón como cojín es a equis. Me importa tres equis que me cierren la edición”. Tal cosa escribió el genial Álvaro de La Iglesia en su fenecida La Codorniz y la misma expresión me viene hoy a la memoria a la hora de tratar de hacer una croniquilla a vuelapluma de la presentación en la noche de hoy día 26 de marzo de 2009 en Badajoz de la última novela de Tomás Martín Tamayo, que está acabando otra obra costumbrista extremeña y trabaja en una más sobre Tiberio, según ha anunciado esta noche. A los dos, a Tomás y a mí, nos importa tres equis que nos cierren la edición. Por eso podemos hablar con absoluta libertad del tío de la palangana, unpersonaje que pasó a la historia, según cuenta Tomás, por un hecho que seguramente no llegó a producirse porque en aquellos tiempos la gente no se lavaba las manos en una palangana para dar fe de su inocencia ante algún asunto capital. Vamos, como ahora, que todo el mundo se lava las manos ante cualquier expropiación, desfalco, manipulación... en fin...
Resulta que Tomás, haciendo gala de un malabarismo que no me cabe en la cabeza, se sale de la política y dedica dos años de su vida a estudiarse a fondo más de 50 libros de otros tantos autores consagrados a fin de documentar las bases de una novela histórica, no copiada de las otras, con la que no pretende dogmatizar ni catequizar, sino sólo y nada menos que describir la que fuera la vida cotidiana de aquel personaje que en su día fue algo así como el subdelegado del Gobierno (¡coño, Chencho, ex subdelegado, qué callado te tenías lo de la palangana!) un personaje que hoy sería la repanocha y al que cortaron las alas por sabidillo, que se dedicaba a meterle mano a los textos que llegaban del Senado al tal Tiberio hasta que lo cazaron y lo mandaron a Judea, señor, qué castigo. Confieso que no me he leído el libro, y que lo voy a leer muy prontito. Pero fue atractivo escuchar a Plácido Ramírez presentarlo, a Tomás defenderlo con energía. Fue agradable que hubiera un cálido ambiente y señoras devotas de Tomás y sus columnas periodísticas. Ha sido la primera vez en mi vida que he oído a un conferenciante decir en la presidencia la palabra gilipollas sin que chirriara mucho y ha sido en suma aleccionador ver la pasión puesta por un escritor, Tomás Martín Tamayo, en su trabajo. Ahora, lo confieso, debo leer el libro. A ello me dedico desde mañana.
Foto: Por ahí se debe ver a Martín Tamayo y a Plácido Ramírez, su presentador. No está el tío de la palangana

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