martes, 13 de abril de 2010

Jerte: Borrachera de flores












He tenido la suerte de poder estar una vez más en el Valle del Jerte, en un año en el que me ha sonreído la fortuna al darme la oportunidad de patear el Valle en dos días de esplendorosa primavera. Con viento, sí, pero con un sol que bañaba cada rincón de este paraíso, absolutamente borracho de las flores de millones de cerezos. Hemos sido miles los visitantes que en estos días nos hemos cruzado en el objetivo común de apresar toda la belleza, de meterla en nuestro cerebro a través de los asombrados ojos, demasiado acostumbrados a no poder ver con más frecuencia tanta hermosura arracimada.
El Jerte baja aún bravo, inundando hermosamente el Valle del canto del agua que visita todos los recovecos, haciendo cantar a las piedras con las que se roza compañera, a las que lava amorosamente dejando relucientes, hasta en las más recónditas umbrías. El sol, generoso, se prodiga proyectándose por entre los cerezos, acariciando a las flores. Suenan esquilas y cientos de vacas pacen en las abundantes hierbas, extrañadas ante tanto turista armado de cámara, tanto niño correteando tras las flores, esquivando la riña de los mayores que a toda costa quieren proteger a las flores, de tacto suavísimo, a las que toco con respeto, casi con temor... Luego, dejo flores deslizarse por entre mis dedos y me siento unido a los cerezos, muchos viejos, bastantes jóvenes, luchando todos para poder traernos cuando pasen estos días su fruto insultantemente rojo, de un regusto que traslada al paladar los sabores de este Valle bendito, completamente borracho de flores.

3 comentarios:

José dijo...

(Ella posó su mano en la rama y brotaron pájaros blancos)

Fue la luz
que acarició tu mano
en la rama florida del cerezo,
el aliento primero de la vida:
tan suave, tan frágil,tan etéreo...

¡Cuánto blanco, Dios,
en tu aposento!
¡Cuánto blanco
llevaba el agua,
y aún más blanco
hizo de la tarde, abril,
agua y luz
con la yema de tus dedos.

Y al vuelo de tu mano,
quedó, fugaz en la rama,
un vaivén,
blanco de paz
y sosiego.

Manolo López dijo...

Gracias, José Oñivenis, por este chorreón de belleza y poesía que has hecho descargar y caer sobre estas páginas escritas en el aire, bajo el pretexto de los hermosos cerezos y sus flores. Gracias por premiarnos con tu sensibilidad, tu poesía.

El Niño los Santos dijo...

Jose Oñivenis,más conocido en las tertulias literarias como El Mistico de Salvaleón,es persona erudita y bien conocedora de la botanica de Extremadura y en concreto de la biofauna de la Sierra de Monsalud y Risco de Barbellido.-