jueves, 20 de enero de 2011

Loseta, seta y chincheta







A mis cortas luces que aún me deben sendos homenajes la agrupación mundial de deshollinadores y la agrupación internacional de fabricantes y productores de tabaco. No en balde hasta mis 50 y pico años fui uno de los mayores consumidores de tabaco de este país extremeño (!!!) y lo dejé porque no había más remedio y mis arterias me mandaron un aviso al que les hice caso a la primera y leve sugerencia.
Por eso ahora, converso ya como soy, antitabaquista, no dejo de comprender a los pobres fumadores y a los calvarios que estarán pasando, pero me regocijo de que se hayan echado las narices necesarias para adoptar una medida tan impopular como ejemplar y gratificante para los no fumadores.
Testigos de mis fumeteos empedernidos son las paredes de todos los bares que pisé o las habitaciones de mis lugares de trabajo (¡hasta en la escuela cuando yo ejercía de maestro se podía fumar en clase!). Y por eso hoy, cuando me arrepiento una vez más, se me aparece la larguísima fila de camareros a los que he apestado con mi tabaco, aunque algunos de ellos a su vez fumaban y no han sido sólo una ni dos las copas que me he tomado atendido por un camarero que llevaba el cigarro o el puro en la boca, aunque los más de ellos tenían el cuidado de echarlo hacia atrás por evitar los devaneos de la ceniza y del humo traidor.
Las paredes de mi casa también acusaban la presencia de la nicotina en aquellas habitaciones en las que sí me estaba permitido fumar. Y no tengo empacho en reconocer que he fumado hasta en los ascensores, algo que en algunos sitios y viviendas se sigue haciendo por algunos, que no respetan ese mínimo espacio sin humos.
Desde esa perspectiva he asistido mitad interesado y mitad entretenido a las polémicas con el tabacazo y a todo lo malo que se está diciendo de los políticos que han tenido la feliz idea y la elogiable decisión de sacar adelante la prohibición, porque hace falta ser valiente en estos tiempos para votar a favor de la ley y de aplicarla con todas sus consecuencias, aunque no faltan protabaquistas que se afanan en decir ahora que esta decisión se ha llevado adelante como una cortina de humo para que la gente no se preocupe de otras cosas, como las largas listas del paro o del terrorismo (como en el chiste, ¿que tendrán que ver los genitales para comer trigo?) . Y hay por ahí algún derrotista que alimenta la insidia desde su visión partidista, ignorando seguramente (la ignorancia es muy atrevida) que esta ley fue fruto del consenso, que la aprobaron los dos partidos mayoritarios y que es al partido que está en el poder al que le ha tocado el aplicarla y lo ha hecho sin miramientos y a pesar de su coste en popularidad.
Dicho lo cual, invito al personal a seguir la evolución de lo que se ha dado en llamar el cigarrazo, que tiene como protagonistas además de a los fumadores, a las setas, las chinchetas y las losetas. Llamo losetas (que utilizo como excusa por su rima con seta y chincheta), a las baldosas que están a las puertas de los bares donde se colocan las setas, que son las estufitas portátiles que se ponen en las terrazas o jaimas, que han proliferado como hongos. Y las chinchetas, que es como se está llamando en la hostelería a esos veladores de patas largas que sostienen los ceniceros y que se colocan a las puertas de los bares para que el personal se tome su consumición adobada con el cigarrón.
(Otra cosa es el truco de algunos bares que tienen ventanas a la calle y están siendo usados por los fumadores para estar con un pie dentro del bar y con otro fuera -vamos, entre Pinto y Valdemoro- tomándose sus tragos y echando humo al mismo tiempo).

(En las fotos, ejemplos captados a las puertas de bares en Badajoz, incluso con una curiosa chincheta dotada hasta de estufa).

1 comentario:

Jota dijo...

A mi corto entender, lo que deberían haber perpetrado es una prohibición total. No tiene sentido, si me cuesta el pastón que dicen la asistencia sanitaria que no recibo, que lo prohíban, pero del todo.
Lo mismo que prohibieron ir en coche sin cinturón de seguridad, lo mismo que prohibieron tantas otras cosas....
Ah, que a eso no le sacaban un dineral en impuestos...!
Es impopular la medida, sí, pero por la desfachatez suprema del que prohibe "según afecte a la recaudación".
Al final, lo cierto es que todos los que seguimos fumando, por convencimiento ó por dolor de bolsillos, tendremos que dejarlo.
De momento, siguen haciendo caja quienes fabrican setas, losetas y chinchetas, y seguimos pagando los de siempre, los que fumamos y los que tuvieron que gastarse sus dineros en adecuar sus locales a la otra prohibición.