lunes, 7 de mayo de 2012

César y la gata paría




Nuestros niños necesitan espacios para vivir, para jugar, para estudiar. No podemos hacinarlos en la escuela, como si estuvieran jugando a la gata paría.


César es un señor con el que compartí pasillos en la antigua Escuela Normal de Badajoz. Cada uno en su curso. A mi me tocó la oportunidad de vivir la experiencia de aulas mixtas, que supongo vería con agrado. No he tenido el gusto de intercambiar en mi vida ni media palabra con César Díez Solís, secretario general o algo así de la Consejería de Educación, aunque sé cómo respira. Los mismos aires que su consejera y que el presidente de la Junta, quien según Antonio Cid ahora se va a escorar a la izquierda, como si esto fuera una barcaza de las del Guadiana y uno pudiera cambiar de orilla como los patos del estanque de Castelar. Ahora al presidente, a su consejera y a César se les ha ocurrido mandar a los maestros a medir las aulas para ver si se puede meter en ellas más niños. ‘Arrecarcados’. Como cuando jugábamos a ‘la gata paría’, que consistía en subirse siete niños en un umbral y apretar y apretar a ambos lados, a izquierda y derecha, hasta que uno salía despedido, como me pasó a mi y me rompí un brazo. César quiere ahorrar en profesores y tratar de que las escuelas sean un sitio para almacenar niños, cuantos más en el mismo espacio mejor. Así, amontonándolos, como se hace con el armario de invierno en que se aplastan cobertores, albornoces y edredones, para que quepan cuantos más mejor en el menor espacio. Y no, los niños no son edredones ni cobertores. Menos mal que no se les ha ocurrido decidir que en los armarios del aula (¿los hay ?) caben dos o tres niños, si están famélicos mejor. Malos vientos soplan si quien nos está dirigiendo ha pensado que hay que achicar estos espacios a costa de los maestros (que es grave) y, sobre todo, a costa de los niños. César, acuérdate de los pasillos de la Escuela Normal, con el bedel Preciado paseando su figura gigantesca. Allí sí había sitio y no como en ‘la gata paría”.

(Publicado en la edición impresa de HOY el lunes 7 de mayo de 2012, dentro de la crisis)

A propósito del personaje inicial de este comentario, me ha enviado un amigo del alma estos ripios que traslado aquí para conocimiento y regocijo del personal. Él, funcionario de Agricultura jubilado, mañegu de pro, lo titula "Dies irae... dies illa". Va y le dice:
"Era lectura de oficio de difuntos,
junto al "parce me domine" y parecidos,
que ennegrecían aquellos funerales.
De ellos me dio tiempo en mi visita
a Hornachos por motivos oficiales,
a pensar un buen rato mientras Díez
(se refiere a César Díez, a la sazón alcalde)
recado me envió de que pasara
a su despacho de alcalde de tal Villa.
"Espere usted que ahora está ocupado"
me había dicho, al llegar, una tercera;
pocas veces tal cosa había pasado
en mi largo pìsar extremaduras:
sabía de mi visita, había avisado
era tema importante en tal comarca
y a otra tenía aún que ir y no era al lado.
No me fui, pues el tiempo mucho urgía
y, aunque yo era un mandado,
no me pude callar, pues a su lado
en su mesa tenía, casi apurado,
el puro que el señor se había fumado
sin que nadie en tal tiempo a él se acercara.
Su altanería, su pose y actitud,
ministerial a mi me parecían;
sabía su profesión y me reía
por no llorar si esa su cruz
a sus niños en clase transmitía.
Sigue, con otros más, hoy dirigiendo
humanos temas en esta tierra mía
como en un Sinaí, rayos y truenos
sin vislumbrar la Pascua y la alegría".- D. F. G.

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