martes, 4 de septiembre de 2012

Cuando no hacen falta candiles





Allá por los estertores del siglo pasado (que veinte años no es nada, han dejado escrito y cantado por ahí) cuando un gobernador civil (el Poncio, se le decía) ya no era jefe provincial del Movimiento (el movimiento se demuestra andando) al entonces Poncio de Badajoz, el socialista José Luis Romero García, le invitaron a inaugurar el edificio restaurado del ayuntamiento de mi pueblo, Salvaleón. El alcalde de aquellos tiempos, José Gómez Trigo, desoyó los consejos de su concejal Pedro Cruz, El Chino, y se subió a pelo al estrado ante el entonces presidente de la Junta, Rodríguez Ibarra, y el citado poncio. Y como no se había preparado ni unas líneas maestras ni unos apuntes, pues se quedó perplejo ante el auditorio que esperaba sus palabras bajo la mirada atenta de sus dos jefes politicos, Ibarra y Romero García (que eran poco amigos, como se contará algún día en esas memorias de a pie de calle que ó Ibarra o el mismísimo Pedro el Chino podrían escribir). “Esto es lo que hay”, debió pensar José Gómez, que dijo para resumir el espíritu inaugural una frase que a buen seguro no figura en los manuales de los expertos en comunicación, pero que vale un potosí. Podría haber dicho el alcalde que su Corporación o el Gobierno de Mérida o Madrid habían levantado un edificio democrático enterrando los mismos cimientos del anterior decimonónico, pero suprimiendo el calabozo, símbolo de privación de libertad, que siempre fue tabú en nuestro pueblo y en el que hasta algún paisano se quitó la vida, temeroso de los métodos de la Guardia civil de mediados del siglo pasado. Pero no, no se le ocurrió, aunque es hombre espontáneo y ocurrente hasta el extremo de que el mismísimo Curro Romero  hubo de replicarle a las puertas de la Maestranza en una señalada tarde taurina sevillana, en la que en la cola de las entradas Gómez le preguntó “¿qué haces aquí Curro, cómo no estás en  el paseíllo?” y Curro le dijo, “¿usted no ha visto los carteles? ,yo no voy a torear esta tarde, vengo a eso, a ver los toros… desde la barrera”. De  anécdotas como esas está lleno el historial de José Gómez Trigo, al que un día hice llegar hasta las barbas del presidente de la Diputación, su correligionario León Romero Verdugo, saltándonos la cola de alcaldes gracias a los buenos oficios de Paco Zurrón, que se arriesgó a los enojos de alcaldes y otras gentes más principales, que se quedaron atrás viendo colarse a aquel alcalde que creían paleto y al plumilla aquí firmante. El día del discurso aquel, en la Plaza de España de Salvaleón (que ya no es lo que era, que no, que la han okupado de diversas maneras), el alcalde José Gómez Trigo se dirigió a los porrineros presentes y a los dos ilustres inauguradores y les dijo, sencillamente, señalando la fachada del ayuntamiento: “Bueno, cuando las cosas están a la vista no hacen falta candiles”. Y se quedó tan pancho. Y ahí sigue, paseando su tercera juventud por las calles de nuestro pueblo.


(Con mi homenaje a todos los que en aquellos tiempos, concejales y alcaldes, pusieron con honestidad y honradez su fe y su tesón en la lucha por el progreso de sus vecinos, mejorando las condiciones de vida de sus pueblos, como José Gómez Trigo y Pedro Cruz Dominguez El Chino, que pasarán a la pequeña historia de nuestras vidas, aunque no figuren en la lista de los primeros espadas, como Curro Romero).

(Publicado en la edición impresa de HOY el martes 4 de septiembre de 2012)

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