viernes, 21 de junio de 2013

La cultura del estanco




Están la cultura de la familia, la de la escuela, la de la Universidad y la de la vida. Pero yo he descubierto también la cultura del estanco. Por suerte para mi, ya sólo entro a estos locales a comprar sellos, cuando no hay más remedio que mandar alguna carta, cosa cada día menos frecuente.  Pero paso a diario por varios estancos, particularmente los de Santa Marina y mi inevitable Fernando Calzadilla. Junto a uno de Santa Marina he establecido un punto de vigilancia desde la barra del Bar Venero. Basta esperar un par de minutos a las 10 de la mañana para observar la inevitable escena. Un señor o una señora, una jóvena o un joven, que entra echándose las manos al bolsillo y sale al medio minuto abriendo un paquete de tabaco y tirando al suelo la envoltura del paquete, porque le va la vida en encender el jodío cigarro cuanto antes. No puede esperar a llegar a la papelera de la esquina. Sale andando hacia el puente de la Universidad, ha de tropezarse por narices con una papelera, pero antes de llegar a ella ya ha tirado al suelo la envoltura del paquete. Hace solo un par de mañanas un “tabatacado” (atacado por el tabaco) se dio de bruces con un barrendero que pasaba su cogedor por los sueltos y llevaba su carrito al lado, pero no tuvo empacho en tirar los papeles al suelo ante la narices del barrendero. El tipo en cuestión me miró con cara de pocos amigos cuando le dije con buena voz al barrendero que vaya falta de respeto de aquel nota no solo a la ciudadanía, sino sobre todo a un currante que se gana la vida recogiendo la mierda de los demás. “Ya ve, esto es lo que hay”, me contestó con humildad el barrendero. El tío que tiraba papeles al suelo, que tenía más bien pinta de ser un pringue zorra, se fue camino del puente oliendo a cazalla o a palomitas de anís. Un poco más arriba, en el cruce con Fernando Gastón, alguien salía de otro estanco también tirando al suelo los resguardos del bonoloto no premiado. Tanto en uno como en otro estanco hay papeleras estratégicamente situadas dentro y a las puertas de los locales. Pero la guarrería humana y la falta de conciencia cívica no conocen límites. En Fernando Calzadilla hay además dos quioscos de la ONCE y un estanco. Ya ahí se juntan el hambre con las ganas de comer. Porque quien ha puesto sus esperanzas en abandonar la miseria gracias a los cupones disputa el título de guarro mayor al que va despreciando los derechos de los demás ensuciándonos el suelo. Y es que esto de la educación es un asunto difícil, hay que mamarlo. Aunque a los maleducados bien se les puede calificar de mamones.

(Publicado en la edición impresa de hoy el miércoles 19 de junio de 2013)

1 comentario:

Propietario dijo...

Español, igual a guarro.

A mi dilecto Manuel López García, a vé

En sus usos ciudadanos
el español es cochino,
y se muestra poco fino
con lo que tiene en las manos.

Cochino, puerco, marrano,
guarro, y además, hortera,
que no soporta la espera,
cuando sale del estanco,
para intentar hacer blanco
dentro de la papelera.

Alberto G.
Badajoz, 20, Junio 2013