viernes, 20 de diciembre de 2013

El buhonero en Las Moreras






(Bombonas de gas portuguesas, en las calles de Borba y Estremoz, hace unos días. Fotos M. L.)


Allá por el siglo pasado, cuando en todas las viviendas teníamos al menos tres bombonas de butano, se hacía necesario acudir cada poco a Pedro el de Butagás o a los Teófilo y reclamarles que nos enviasen con prisas un par de bombonas, que con los frios no estaba la cuestión para ducharse con agua helada. Era frecuente ver a vecinos espiando y esperando el paso del camión de las bombonas, por si llevaba alguna de sobra para el caso de que no la hubiéramos encargado. Pero había y sigue habiendo lugares en que no era necesario llamar. Ya se sabe que el camión de las bombonas, cual un moderno buhonero (me gusta esa palabra), pasa ciertos días por las calles del barrio y entonces no hay más que esperar a oir los bocinazos del aviso para hacer el acopio del gas en forma de bombona. 
   Me he encontrado a uno de esos camiones entrando por la calle que homenajea a mi profesor Francisco Pedraja en el barrio pacense de Las Moreras y allá que iban clientes en bata y zapatillas a pagar y recoger la bombona. Porque el gas ciudad no llega a todas partes Y me ha venido a la memoria la figura de otro repartidor, que también actuaba como un buhonero que lleva menudencias a domicilio. Era el de la lejía, que también vendía cal blanca, soplillos y otros avíos domésticos,  según me recuerda el cronista oficial Alberto González Rodríguez, pipa en mano, quien por su provecta edad ­y con su dilataba sapiencia quizá pudiese comprobar personalmente, de lejos (más que nada por precaución, como se verá), el paso majestuoso del que era llamado “el burro de la lejía” en tiempos pretéritos.
    De “el burro de la lejía” me dio largas y repetidas conversaciones mi añorado y querido Emilio Rodríguez Olivenza, el fotógrafo, compañero de tantas andanzas periodísticas en tiempos pasados. A lo que parece el burro de la  lejía era un semental de armas tomar que exhibía descaradamente sus atributos y era bueno verlo de lejos. El casco antiguo y San Roque eran sus lugares de trabajo.
    Nada que ver con el camión de las bombonas, por supuesto y que el bombonero de Las Moreras me perdone haberme acordado del tal semoviente.

(Publicado en la edición impresa de HOY el  miércoles 11 de diciembre de 2013)

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