jueves, 15 de mayo de 2014

Epidemia de jaras, de Jara





Tengo que pedirle perdón al poeta y periodista extremeño José María Bermejo por haberle robado  parte del título de su libro Epidemia de nieve con el que ganó el Premio Adonais de poesía. Hablaba él de su Tornavacas natal, sobre el que describía que se había depositado una epidemia de nieve. Hablo yo ahora de la epidemia de flores de jara que ha inundado Monsalud, La Jara, los hermosos campos que se atraviesan entre Salvaleón y Nogales. Las cunetas de El Regío, escenario de episodios poco agradables de los años 30, hoy felizmente superados. Y tengo que pedirle permiso también al cantautor extremeño Luis Pastor que  pide  en sus poemas “tráeme paisajes de encina en tus ojos, tráeme simiente de vida en tus brazos”. Esta explosión de flores de jara, este espectáculo único de nuestra naturaleza, casi acaba de morir hogaño. Porque la de la jara es flor de un día, flor que muere, pero que también alienta a las laboriosas abejas que liban su néctar para endulzarnos la vida con la miel de jara. En estos tiempos de tanta maldad urbana (¿no es eso lo que estamos padeciendo?) es un gozo pasar por estas carreteras, por estos parajes en los que la jara es casi único signo de vida, sentir la tentación de abandonar la marcha para sentarse a contemplar el enconado trabajo de las abejas, el devenir del nacimiento y muerte diarios de la flor. Alguna de las cercanas golondrinas, el reventar de la primavera que se nos está casi yendo de las manos atosigada por el sofocante calor del verano que se acerca. Estas flores de jara han sido y son aún el puente que nos une con la vida. En estos tiempos en que en los campos no hay casi ni pájaros y las casas están cercadas de palomas, al menos tendremos las amapolas y las espigas para recordarnos que antes estuvieron con nosotros las flores de jaras.

(Publicado en la edición impresa de HOY el miércoles14 de mayo de 2014)

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