jueves, 11 de marzo de 2021

¡A mí la cuadrilla!







Caía un sol de justicia en la inmensidad del llamado Llano Amarillo, donde servidor, con su cetme (la escopeta, vaya) a cuestas, hizo la instrucción militar en Cerro Muriano. Hasta allí llegaron un día cuatro aguerridos soldados, de los de pelo en pecho, a convencer a los reclutas de las excelencias de hacer la mili en la Legión. Una Compañía o una masa de cientos de extremeños les escuchábamos y a algunos lograron convencer, se hicieron "lejías". Y era común que en aquellos tiempos de los años 70 del siglo pasado se contara que cuando un lejía se encontraba en un apuro (un altercado callejero, una pelea, una disputa -eso también- una borrachera mal llevada) bastaba con que gritase "¡a mi la Legión!" para que desde todas las esquinas, calle o plazas cercanas los "caballeros legionarios" salieran en defensa del lejía que estaba en apuros. Era una honor defenderle, sin preguntarse si el tipo era un mal nacido o una hermanita de la caridad. Ahora, año pandémico del 2021, ya no resonarán esos gritos aunque haya también situaciones de apuro en las que uno se ve inmerso, con o sin su consentimiento. Ya no debe gritar reclamando la ayuda de los lejías, sino de las cuadrillas.  Tal es el caso de lo que nos sucede en Badajoz cuando decidimos dar un paseo por los alrededores o por el centro de la ciudad... Losetas rotas, agujeros, baches, imbornales que abandonan hasta las ratas temerosas de las simas y grietas en el suelo, raíces de árboles que se retuercen hacia el cielo, cables que salen de las farolas sin las oportunas tapas... A toda esa situación posbélica que luce Badajoz quiere ponerle remedio el todavía alcalde Fragoso antes de irse a pasear al Senado por el salón de los pasos perdidos, que también lo habrá igual que en el Congreso. Para enderezar y adecentar los suelos de Badajoz el Consistorio ideó lo de las cuadrillas, ya se sabe: tres trabajadores con una carretilla, un oficial con un ayudante y un peón, un poco de cemento, agua, una bolsa con los bocadillos, un concejal detrás señalándoles aquí, ahí y aquí... un pico y  la pala de oro... para quitarnos todos los baches de Badajoz. Si es que cuando mi conviviente o un amigo me dice "vamos a dar un paseo" me echo a temblar. No, pasear por Badajoz, no. Y eso que las rutas habituales (a mi edad, ya saben, que acabé la mili en el Castilla 16 allá por los años 70), son en la línea recta que va desde la Plaza Alta hasta el Carrefour de la carretera de Valverde, pasando por el campo de San Juan, la calle del Obispo, las oficinas de Miguel Murillo y Ana G. Delgado en el López de Ayala, la avenida de Europa, Fernando Calzadilla, Damián Téllez... todos ellos, en definitiva, lugares peligrosos hasta para los paseantes precavidos, que miran bien donde poner el pie antes de echarse otro pasito palante. Por si acaso, con el móvil a punto por si hay que llamar al 112 tras alguna caída propia o ajena, servidor va pian pianito tratando de evitar los patinetes y los veladores que aún están sembrados en las aceras. Y si llegara el caso de que haya que pedir ayuda, al alcalde de ahora, al que dicen que vendrá o al lucero del alba, ya no habrá que echar mano del grito "¡a mi la Legión!" No. Tendremos que decir "¡a mi la cuadrilla!". Y ya en el suelo, cautivo y desarmado, preguntarse quién será hoy el concejal de la cuadrilla. A vé...


(Publicado en la edición impresa de HOY el miércoles, 10 de marzo de 2021)

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