lunes, 8 de febrero de 2010

La pala de oro, por fin





Ha sido como una revelación. La pala, he encontrado la pala, tantos años buscándola y hete aquí que cuando iba en pos de elementos relacionados con el cubo de Biblioteconomía me he encontrado primero a don Apolonio y luego a la pala. Varios empleados de alguna empresa que se ha dejado media vida en arreglar la calle del Obispo (más que nada, por el tiempo que han tardado) tenían a mi querida pala abandonada sobre una carretilla en la calle del Obispo, allí, a los pies mismos de donde estuvo el Obispado, pegadita a donde otrora funcionaba la cafetería Saymu, muy cerquita igual de la joyería Castellanos a la que quienes entran no van precisamente a comprar el calendario zaragozano... La pala, mi pala de toda la vida, qué de desvelos me procuró, cuántas horas le echamos el contratista Luis Trinidad, mi fotógrafo Alfonso y yo tratando de encontrarla. Creíamos que estaría en la avenida de Santa Marina donde de repente veíamos abierta una zanja monstruosa que luego sería el embrión de la primera estación de Metro en Badajoz. Ese mismo día, una par de horas después, un vecino afirmaba que en el Hoyo de Calamón estaba la pala y allá que nos íbamos. !Cá, leche! La tal pala no aparecía de momento pero instantes después mostraba su cara más cantarina. 'La pala, la pala!, gritaban los mozos y las mozas por las canteras, por el Gurugú, qué digo sólo por el Gurugú, que el alborozo llegaba otra vez a San Roque, a la muy docta Universidad, al santo Seminario y de nuevo aquí nos tienes, a Santa Marina (las dos, la alta y la baja, mire usted) y la pala se escapa bajo tierra para llegar a la Plaza de la Soledad, a los bajos del Marqués de Porrina, a la calle La Sal, al López de Ayala, a los agujeros de la calle Menacho, incluso últimamente a la calzada frente al Casino de Iniesta, en fin, ¡qué les voy a decir!
Ahora, la pala se nos ha aparecido. Ponerle a la calle del Obispo calle de la Pala de Oro sería poco para el mérito que ha tenido el albañil que la ha encontrado y se la ha dejado allí, como el arpa que yacía olvidada del salón en el ángulo oscuro, como escribió el poeta romántico. Eso sí, durante las horas en que estuvo allí sola en la calle, justo en el momento en que servidor pasaba con la cámara de fotos en la mano, la susodicha pala estuvo vigilada por el príncipe de la paz, mi tocayo Manolo Godoy, que desde la Plaza de Minayo miraba de reojo por si algún concejal quería cargar de ella atribuyéndose el mérito de haberla encontrado. Por fin, dichosa pala, a vé...

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Héla! ¡Eureka!

Eusebio dijo...

Esto no ha hecho más que empezar. Manolo, ahora encontraremos los bancos de Ssn Francisco, los patos de Castelar, los aparejos del burro de la lejía... en fin, de todo

Lucas Garra dijo...

Lucas Garra
para usuario


Ya sabes que yo de vez en cuando me doy un paseito por tu rincón.
Un abrazo Don Manuel.

José dijo...

¡Bendito sea Dios que nos permite contemplar estos hallazgos! Y yo que creía que la pala estaba en casa de Alonsito. Sí, allí donde el retrete.
Pero estaba donde debía estar, vigilada por los calcetines púrpuras del obispo, por los tirantes del acalde, por las naranjas de Manolo (no el de la rotonda), y por la plata del tal "castellano".
Don Apolonio, como buen zahorí, te guió por la cuesta "La Zarzita" hasta dar con ella. Parabienes y codo empinado para celebrarlo. Para la calle, el nombre que mencionas y para Don Apolonio, el de "maestro-pala".
Tuyo que lo es. José el de Emilio

Angel dijo...

Ahora que tienes la pala, ya puedes ir a buscar el oro

La niña dijo...

Tu sobrino lo ha solucionado rapido.Si encuentras el oro,comparte la informacion.La niña

Manolo, yo dijo...

¿ Oro? ¿Oro decís? Pero si el primero que vio la pala la llevó a una casa de empeños y le quitaron el baño de oro y con lo que le pagaron echó una quiniela y está esperando.