viernes, 26 de noviembre de 2010

En la paciente espera





Nunca nada como el embeleso vespertino, como el abandono del cuerpo bajo una manta a la calidez del brasero, como el suave plas-plas del agua sonando al chocar contra los cristales, por los que se deslizan las gotas que no han alcanzado la categoría de torrente y son sólo eso, gotitas aisladas que se buscan y se encuentran y se enlazan, para correr abrazadas hasta el regato formado por otras miles de gotas que son como ellas. Nunca nada como el caerse de los párpados, el soplar a la mosca esquiva (moscas en invierno, ¿esto qué es?), el revoloteo de tu melenita y tu flequillo rubios cada vez que te das la vuelta en el sillón.

Nunca nada como la lenta pérdida de la consciencia mientras barruntas caballos que relinchan feroces entre las nubes, caballos a veces desbocados, a veces de trote sumiso y suave, caballos sobre los que cabalgáis en busca de algún camino lejano, queriendo atrapar esas nubes que se escapan, queriendo hundir en sus nimbos de algodón tus dedos y los de todas las criaturitas.

Nunca nada como esa aurora boreal que se dibuja en tu sueño, a la que sigues con embeleso, a la que quisieras agarrar con fuerza para no soltar nunca. O como esas nubes que simulan borreguitos en el cielo, como si rebaños hubiera, que pacen distraidos y enfervorizados consumidores de la hierba que, silente, crece y se multiplica aceptando el trote sobre ella de tantas patitas sencillas, quizá sucias, seguramente blancas, como caballitos de algodón flotando sobre las escarchas, encima de las piedras, de las hojas muertas que se rebelan y con el viento se levantan, suben y bajan, como olas, como mariposas que emperifolladas de una orgía de colores hacen su rebusco de arcos iris de colores. Pero descansa. Es tiempo de dormir, de paciente espera. Todo se va creando, todo va naciendo, por órdenes emanadas de la sabia Naturaleza. Descansa y deja reposar vuestros pensamientos, todo irá llegando, no se puede poner freno ni empujar a la vida, es como el oleaje feroz, como el aire suave, como las veletas que giran y dan vueltas y llegan al mismo punto para marcar el rumbo exacto, como los rayos de sol imparables o como estas gotas de agua que se agarran a los cristales y se deslizan por ellos, como si (estuvieran) asiéndose a la vida, como las gaviotas que se lanzan frenéticas al fondo del mar buscando alimento, como las abejas que se desparraman en las flores de los girasoles, de los hibiscus, como las arañas que se deslizan desde el limonero, como las golondrinas que se aman alborozadas en los vetustos y herrumbrosos y caducos alambres de la luz.

Nunca nada como la paciente espera, imaginando y soñando la madeja que se va formando a base de miles de hilos, el regato que se va ensanchando con el aporte de nuevas gotas de lluvia, la nube que se va agrandando con nieblas y cirros y nimbos llegados de todos los puntos cardinales, el mantantial que brota espontáeo y nos trae agua que se rie regando la tierra, la hojarasca que conforma un manto suave para que sobre él descanses feliz, ilusionada, ojos semicerrados, labios entreabiertos, esperando recibir y dar besos de amor. Descansa ahora. Sueña. Respira. Vive. Espera paciente. Espera.





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