Está fiel en el tajo, cada día a eso
de las once de la mañana. Unas veces en
la esquina de Fernando Calzadilla con Virgen de Guadalupe. Otras, en el cruce
de la Avenida de Europa con Enrique Segura. Recostado unas veces en un Banco,
otras en una inmobiliaria. Sabe que ahí puede sacar algo. Siempre con su silla, con su pianola, con un
bote que reclama algunas monedas, mirando a los transeúntes henchido de dignidad. Jamás pide aunque a su lado aparece
de cuando en cuando un martés (cuando sus obligaciones se lo permiten), fumando
y pidiendo. Nunca habla. Su tez revela la etnia gitana. Se sabe sólo algunas
notas de sus temas favoritos. Ni acordes ni arpegios. La melodía a pelo. Y el
gesto severo mirando el paso de personas por
el semáforo machacón. Su sillita está sacada de algún contenedor, sin duda.
Por las tardes se merca una litrona y la paladea, con el piano protegido en un
bolsón de mercadillo, que recoge las escalas (do-re-mi-fa…) dormidas esperando el
mañana.
El hombre del piano, feliz en su soledad desgranando notas sin acordes, a su aire...
También está fijo pegado a una óptica aunque no conocerá el refrán español de ojos que no ven, corazón que no siente. Es rumano o de algún lugar igual de ajeno a nosotros. Me lo he encontrado en la calle principal de Punta Umbría, con su compañera, jaleando ella la pandereta. Conoce del Yesterday o del Cielito lindo las notas y muchos acordes. No es malo con el acordeón, hasta suena bien. Su cara delata una profunda nostalgia. No sé si tiene hijos, no sé si tiene perrito que le ladre. Es la imagen vida de las dos situaciones, la opulencia de El Corte Inglés y la casi segura indignidad de la calle. No sé si irá a los comedores sociales. Él recauda junto a El Corte Inglés y su pareja a las puertas del Eroski.
Junto al autoservicio Día, también
en Fernando Calzadilla, otro personaje muestra su carnet de identidad y pide
ayuda. Si uno pasa de largo y decide no darle nada le despedirá con un
insultante y sarcástico ¡que tenga un buen día! Un poco más lejos, al lado del
Merkal, un grandullón mentecato orina a plena luz del día luego de haber pasado
la noche envuelto en mantas. Enfrente, el espacio del cajero del BBVA despide a
otro fulano que ha dormido allí y que amedrenta a quienes pretenden sacar
dinero por la noche del Banco y a los trabajadores que entran a trabajar antes
de las ocho de la mañana mientras él ronca la borrachera de don Simón o la hambruna
apagada con mendrugos de alguna panadería cercana.
Esto es Badajoz. Es la vida, esto es
la vida.
(Publicado en la edición impresa de HOY el miércoles 1 de mayo de 2013).
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