lunes, 29 de abril de 2019


(Ahí sigue el pirulo, enorme, inmenso, extraordinariamente guarro. ¿Para qué sirve, si además ni funciona la fuente que vertía agua a la base del invento maléfico este?).

A quienes me preguntan si he estado activo en la semana pasada (ya saben, procesiones, cofradías, etc), yo contesto que no encontré quien me prestara una escalera, no para lo que cantaba Serrat eso de quitar los clavos, sino para ver si encuentro a quien endiñarle la tarea de escamondar y fregar a fondo el pirulí de la plaza de Santa Marta, que tiene mierda acumulada desde antes de las pasadas elecciones. Y mucho me temo, ya que parece que están trabajando con ciertas ganas en esa plaza, que llegue la hora de la inauguración y se limiten a abrir paso a las tropas infantiles y hordas juveniles y dar por inaugurada la nueva plaza sin limpiar y adecentar el pirulo, cuyo aspecto es deprimente hoy. Como deprimente es el aspecto de otra plaza, la de Santa María de la Cabeza, en otro tiempo lugar agradable, con su manantial de los escalones, con sus fuentes para beber o refrescarse los morros, con su pista reluciente y apetecible. Aquello se ha convertido en un lejío impresentable y mucho me temo que se ha echado en el olvido su arreglo. Los industriales asentados en el lugar, como Paco, del bar Avecilla, o Fernando el camarero, casi ni recuerdan cuánto tiempo hace que allí no corre el agua. Parece que la maquinaria del manantial se averió y alguien tachó con lápiz rojo la reparación y puesta a punto. Matojos, jardincillos sin cuidar, suelo de la pista levantado,... ¿Por qué, quién le ha puesto la cruz a esta plaza? Lo que está desarreglado no se rehabilita ni con la escalera que nadie me presta.

(Publicado en la edición impresa de HOY el viernes 26 de abril de 2019)

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